relato por
Mariana A. García Rivas

 

Enero 24 de 2010, Sevilla,
piso 4 del edificio sin ascensor, España.

 

H

ace horas que pienso en cómo reconstruir el pasado sin que lastime o duela la verdad. Sé que nuestra historia duele, es inevitable que no duela el equivocarse, bueno más que doler como dijera Diana Bracho: perder agüita, sí agüita de agüitar, tu agüitas. El perder aquello que se cree nuestro, aunque siempre te negaras a pensar que me sentías tuya, duele y agüita. Agüita el destruir la historia que nos hemos formado en la cabeza, de un «yo» y de un «nosotros» que en realidad sigue siendo un «yo» en compañía de quien vendrá a satisfacer y a rellenar mi hueco negro.

Seamos honestos, ¿realmente nos amamos alguna vez? Yo no sé si fue amor lo que vivimos juntos. Fue poco tiempo, hablamos mucho, hicimos un tanto más, permanecimos más tiempo dormidos que lo que pudimos compartir de fluidos. Vivimos más tiempo viendo la televisión en aquel sillón mostaza que lo que llegamos hablar. Yo: ponía la mesa, preparaba la ensalada, sacaba el vino y hacia el tinto de verano, mientras tú: hacías la comida. Tú: ponías la ropa en la lavadora y yo: subía a tenderla, la bajaba, la doblaba para ponerla en tus cajones. Yo: lavaba los cacharros mientras tú: te lavabas los dientes y buscabas algo en el televisor; yo: me sentaba a tu lado a ver una película y terminar quedándonos dormidos. Cuando despertabas de la siesta salías por el vino, a pasear, o simplemente te ponías a trabajar. Yo seguía encantada por la pantalla ya fuera viendo o escribiendo. Llegaba la hora de la cena, poníamos una película, arrimábamos la mesa de centro, yo: iba por el mantelito y lo ponía, tú: sacabas los embutidos del refrigerador mientras preparaba el vino. Tú: como buen jefe de la manada partías y repartías lo que se consumiría, mientras yo: esperaba.

No creas, muchas veces te admiraba pensando ¿qué hago aquí? Este no es mi sitio. Pero no sé, hice todo lo que dije que nunca iba hacer: tender la cama, lavar, sacudir, barrer, trapear, lavar el baño, limpiar la cocina, poner sola el belén. Era como «ser» una criada, estar en un entorno machista, donde tú: decías qué se iba hacer y qué se iba a dejar de hacer. Para hacer el super tú: decidías qué se compraría, yo: sólo asentía o decía no, igual no importaba mi opinión ya que mi argumento no era considerablemente fuerte teóricamente como para hacerte desistir del hacer o del no hacer. Me sentía estúpida, me sentía como Marga López y Libertad La Marque, en sus estúpidos papeles de mujeres dignas e intachables que eran fuertes ante los hijos pero no discutían ante las decisiones del marido. ¡Por Dios!, ¿en qué momento había dejado de ser yo?, ser la mujer que ningún hombre iba a manejar y «mangonear».

La vida cotidiana es dura, no cabe duda, es difícil. La rutina mata, pero el vivir juntos es un infierno, fue un infierno. Esperar cosas es lo peor que te puede pasar, tú esperabas cosas de mí que yo no te pude o no supe dar, yo de ti esperaba tantas cosas más que también fuiste incapaz de dar. Y no es que fueras tú o fuera yo, sino que simplemente eso nunca debió ocurrir. El encanto hubiera sido eterno si hubiera terminado a tiempo, si hubiera terminado cuando comenzaba. Yo debí de haber seguido con mi camino, luchar por mi pasado, por lo correcto. No pretender transgredir la realidad, transgredir la cultura y hacerla menos. Cometí el peor error, enredarme con un ser de otro país, alguien que sueña, piensa, disfruta, etc. como las que yo. Pero nunca conté con que tú y yo vemos en diferentes lentes. Vemos y vivimos tras diferentes realidades. El amor para mí no es lo mismo que para ti. Es confuso lo que estoy diciendo, tu amor y mi amor existieron, eso lo sé, pero tú amabas diferente y para ti el amor era algo diverso a lo que para mí es. Yo no pienso, ni siento, ni soy como tú; ni tú como yo. Simplemente esto fue un error. Y míranos aquí diciendo adiós.

Pero como dice Alejandro Sanz:

«Tú no tienes la culpa de las cosas que duelen… Me has entregado versos que ni el cielo podrá.

…Tú me diste luz, Tú me diste calma y me la enseñaste a usar, Tú trajiste lunas nuevas, nuevecitas a este mar… Si quisieras perdonarme yo no tengo razones, Pero me da coraje… Tú no tienes la razón, ni esta canción… Tú no tienes culpa… ni yo».

Sé que querías cambiarme, pensabas que con el tiempo cambiaría y me harías conforme a tus necesidades para poder satisfacerte. Posiblemente yo me asemejaba a lo que tú querías para ti y posiblemente tú eras lo que yo quería para mí, pero eso no es suficiente, eso no vale en una relación. No vale amar, no vale tener los mismos gustos, no vale compartir la ideología, no vale contar con todos los atributos con los que soñamos a nuestro ser perfecto, no vale ser, no vale estar…valen otras cosas más. Vale la verdad, vale el saber convivir, vale el respetar y no forzar, vale saber amar, vale sentir lo mismo que el otro, vale tolerar, vale hacer la vida llevadera, vale la amistad, vale la protección, vale el no hacer daño, vale cooperar, vale aceptar la diversidad, vale aprender amar lo que odiamos, valen tantas cosas que nunca tomamos en cuenta mas que utilizamos para destruirnos, terminar con lo que teníamos. ¿Recuerdas que te lo dije?: Es más fácil cambiarme por otra que hacerme cambiar. Nunca lo admitirás, eres terco, no aceptas que te equivocas, que eres humano, que sientes, sólo aceptas que piensas y haces las cosas, mas no que te equivocas.

Muchas veces te admiré pensando: ¡es un niño!, ¡es un niño mimado en un cuerpo de un hombre de casi medio siglo!, ¿cómo es posible que siga siendo el mismo de cuando era chico? ¿Por qué siempre termino involucrándome con niños, porque no he buscado un hombre? ¿Busco ser madre en lugar de ser mujer?, ¿busco proteger en lugar de amar?, ¿qué busco en realidad?

Ves, el pasado es pasado, cuando lo mueves es presente, cuando lo remueves buscando una ceniza, duele. Es cuando ves tu historia y ves todos tus errores; pero sigues sin ver la realidad y la verdad. Dicen que cada quien recuerda la historia de acuerdo a cómo la vivió mas no cómo fue.

P.D. Cuídate, perdóname, perdónate y dejemos al pasado en su lugar, para seguir andando en paz.

ATTE. La viejona

 

Línea gris párrafo Mariana Alejandra García Rivas

 

Mariana Alejandra García Rivas. Tijuana B.C. (México). Licenciada en Economía por la Universidad Autónoma de Nayarit y Maestría Desarrollo Económico Local (UAN y FOMIX-Nayarit)

«He sido desde lava baños hasta asistente de investigación y catedrática en diferentes universidades, pasando por un sinfín de oficios con poco beneficio económico pero muchas experiencias que contar. Me dedico a la investigación orientada a procesos participativos y movilizaciones sociales. Sin embargo, por «amor amante» tengo el escribir, la fotografía, pintar y dibujar. Me encanta el arte en todas sus expresiones y dimensiones, pero he de decir que el cine y la pintura es lo que más me cautiva, sin embargo escribir y leer es el pulmón de mi alma que me permite seguir existiendo en este mundo caótico».

Publicaciones:

– García Rivas, Mariana A. 2010. Las culturas populares en La parroquia El Pichón, Nayarit, en Cuchará y paso atrá´, n.º 24, Febrero, Sevilla, pp. 91-104.

– García Rivas, Mariana A. y Jesús Antonio Madera Pacheco. 2010. Culturas populares y desarrollo local en La parroquia El Pichón, Nayarit, en prensa.

– García Rivas, Mariana A., Juan Antonio Becerra Santana, Jesús Antonio Madera Pacheco y Maribel Real Carranza. 2010. Estrategias de desarrollo comunitario. El actuar de la Asamblea Permanente De Los Pueblos Afectados Por La Autopista Tepic-Crucero De San Blas, en prensa.

@ Contactar con la autora: marale_garcia [at] hotmail [dot] com

Ilustración del relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

biblioteca relato Carta al amor perdido

TRES RELATOS SORPRESA (seleccionados de nuestra biblioteca)

relato Carta al amor perdido Carta para Alicia, por Augusto Rubio Acosta. En Margen Cero (Relatos 2; 2002)
Perdonen que no me levante, por Fernando L. Pérez Poza. En Margen Cero (primeros relatos publicados; 2001)
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Revista Almiar · n.º 62 /enero-febrero 2012 · MARGEN CERO™

 

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