relato por
César Luziard

C

on razón hay pederastas. Con esa sonrisa tan linda, esas tercias piernas, tus redondos y carnosos hombros, tu delgada cintura, tus firmes senos, esos ojos coquetos; con eso y más me torturas la existencia, Ángela. ¿Cómo es posible que a los 13 años puedas ser tan sensual? ¿Cómo es que a tan corta edad puedas desatar un violento mar de lascivia en mí? De haber sabido que serías tan hermosa, jamás habría aceptado ser tu padrino de bautizo; ahora me veo torturado por la teatralidad de mi actuar frente a ti y por este intenso calor que abrasa mi interior.

Recuerdo la primera vez que advertí esta sensación: tú tenías 11 años y yo acababa de regresar de un proyecto de trabajo en Estados Unidos que duró dos años. Tú papá me invitó a su casa para cenar y celebrar mi retorno. Llegué puntual. Traía una muñeca para ti, por no haber podido estar en tus anteriores cumpleaños. Tu mamá me abrió la puerta, la saludé y le agradecí por la invitación; luego vi a tu papá, que estaba en la cocina, nos saludamos y nos reímos de una broma que me hizo, después nos sentamos a la mesa; les pregunté por ti, y me dijeron que te estabas bañando, que bajarías en unos minutos. La verdad no recuerdo bien qué sucedió después, lo único que recuerdo es que cuando por fin nos acompañaste, me quedé atónito por tu belleza, como si me hubieran noqueado; ¡vaya que se puede cambiar mucho en un par de años! Te di la muñeca, pero después de verte me di cuenta de que para mí habías dejado de ser la pecosa niña que jugaba al té con sus barbies; me sentí como un imbécil, como si le hubiera dado un beso en la frente a una prostituta, tú sabes, algo fuera de lugar. Tuve que controlarme, porque lo único que quería era seguirte mirando toda la noche.

A partir de entonces, las cosas sólo empeoraron; tu cuerpo siguió cambiando con rapidez, habiendo dejado atrás la nariz con mocos, las manos llenas de tierra, las blusas con princesas, tal como una serpiente va dejando atrás la piel que solía recubrirla para dar paso a una nueva. Desde que tuvimos esa cena en tu casa me la he pasado buscando excusas para estar cerca de ti; ¿recuerdas cuando te regalé sin razón alguna el disco de esa banda que querías?, no fue más que una treta para que me abrazaras; ¿o cuando te dije que todavía estabas muy pequeña para tener novio?, sólo quería alejar a ese chiquillo que te cortejaba para no tener que sufrir al veros juntos. ¿O te acuerdas de la vez en que te llevé por un helado? Lo admito, sólo quería verte lamer algo. Cuántas veces he tenido pensamientos prohibidos contigo: te sorprendo por la espalda, te agarro los senos con una mano, mientras me chupas el dedo índice de la otra; te muerdo tus redondas y blancas nalgas hasta dejarlas tan rojas como un amanecer otoñal; me dejo hacer sexo oral por tu inmaculada boca de cereza, y termino sobre tu sonrojado rostro; incluso he llegado a imaginar que introduzco mi ansioso pene en tu estrecho y dulce ano. Daría lo que fuera por poder vivir para siempre dentro de estos sueños; pero no puedo, la vida va más allá de la mente y los productos oníricos. Debo continuar con mi negocio, debo pagar cuentas, debo seguir siendo un buen compadre, debo conservar mi impecable historial social…

¿Acaso estaré enfermo? Dicen los psicólogos que la pedofilia es una condición pervertida, dañada, podrida, que se debe tratar y curar. Dicen los abogados, juristas y demás gente de la ley que es un boleto directo a la cárcel. Dicen los sacerdotes que es una posesión demoníaca para hacer caer al hombre en pecado. Dicen los moralistas que son actos imperdonables y que deberían ser castigados con la muerte. Yo digo que, en mi caso, tan sólo es una manera de desatar la fantasía y dejarme arrastrar por los placeres de la imaginación, al fin y al cabo, para el mundo exterior sólo he sido un excelente padrino.

 

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César Luziard. Guadalajara, México (1992). Es estudiante de la licenciatura en filosofía en la Universidad de Guadalajara. En noviembre de 2015 terminó de estudiar un diplomado en creación literaria en la Escuela de Escritores Sogem; ha publicado tres cuentos en el libro colaborativo Caleidoscopio XI de la editorial La Zonámbula (2014) y otros dos en Caleidoscopio XII (2015). El periódico Periodismo Transversal publicó una entrevista que realizó a Héctor Sevilla Godínez, filósofo mexicano, también en 2015.

Contactar con el autor: cesarluziard[at]hotmail [dot] com

 Ilustración relato: Fotografía por Pexels / Pixabay [CCO dominio público]
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