poemas por
Elisabet Mallol López
Luces y sombras, corazones a flor de piel unas veces,
otras, bajo la almohada del silencio…
I
E
ste poema está inspirado en el volar de la lechuza de las nieves o en el del Ángel de la Muerte. Este ser se reencarna en esta majestuosa ave y es el protagonista silente de estos versos.
Así es como lo siento. Hoy por hoy, él es parte de mí y, en lugar de rechazar su presencia, prefiero su compañía pese a temerlo. Consiento que este amigo «eterno» permanezca a mi lado como uno más hasta el final…
Con él hablo, le suplico, le reto. Soy su amiga, su fin, su imposible rival, su posible amante…
Sí… bailaríamos
Alas blancas de nívea simiente
humilde es tu bello regodeo
cuando vienes hacia mí con tu volar.
No me esperes con los brazos abiertos
sin embargo,
tráeme sin vacilar tu hielo sin censuras
vacío de eufemismos y de falsas dulzuras.
Acaricia sin vergüenza, sin ataduras
este corazón que en mi vientre aún palpita
y ámalo sin pudor, con el dolor de la ternura
porque,
¡qué sincero serías mi querido eterno
si se escuchara en lo sutil de tu viaje
el ulular de tu viejo cantar en mi sangre,
en el cándido alcohol de mis dulces trances!
Y es cuando en el cínico
«ya no se puede hacer más»,
nuestro juego deja de estar en tablas.
Descubiertas ya mis cartas, pierdo
mas ya no discuto, ni me apremio
con el as de picas de tu baraja.
Entonces verás que en mi alma todo lo guardo,
todo lo guardo, hasta las lágrimas ilusas del sin embargo,
hasta las últimas noches estrelladas del condenado.
Pues fuerte me hiciste, débil, a veces me hallaste
pero sé de tu camino, de tu destino, de tu bagaje.
¡Ay mi eterno, si me dejaras ser ilusión por un día!
Te buscaría en mis rincones más tristes, más secretos.
Yo, te hablaría en primera persona del plural
tú, con los puntos suspensivos del silencio
y, entre paréntesis, escribiríamos nuestro miedo
para compartir este singular que nos pesa y escondemos.
¡Ay mi eterno, si me dejaras ser la ninfa de tu infierno!
Sería fuego en cenizas, pasión oculta en tu frío lecho,
lujuria dionisíaca sobre el plateado mar de tus deseos
y, ante el abandono incauto de tu ego más superfluo,
la presa de tu mirar, el sueño ladrón de un trocito de cielo.
¡Ay mi eterno, ay mi eterno si tú me dejaras enamorarte!
Bailaríamos al son de mi entierro, sí, al son de mi entierro…
II
A
hora que mi madurez no añora su juventud, le doy importancia a las horas sin tener en cuenta si es demasiado tarde o temprano. Ellas ya no son el conocido pasar del tiempo en balde, sino más bien marcan en mi vida sus minutos como un regalo y todo un disfrute en segundos al detalle. En este exquisito recorrer, la bondad, la tristeza, la alegría, la rabia, la impotencia y, a veces, el no saber qué hacer, inundan de buenas ocasiones con sus impertinentes dudas mis años y pequeña sabiduría.
Dedicado a mi marido para el día de su cumpleaños, este poema habla de nuestro amor en donde sus ramos de rosas supieron y todavía saben de sus espinas más dolorosas aunque también de su dulzura, ilusión y esperanza.
Déjame soñar por ti…
No escondas para ti tu preciosa sonrisa,
déjala que acaricie todo mi cuerpo
para dar cálida luz a mis azules venas
que echan de menos el vibrar altanero
de la gracia del vivir, sin trucos agoreros.
Regálame el rubor de tus mejillas.
Con su timidez saciaré mis encantos
para vestir poco a poco mis lentos pasos
que aún no han renunciado un cercano pasado
que supo de verdes campos, de rojos tangos.
Cólmame de tu mirar tranquilo en pausa.
Con su paz cocinaré mi madurez con cautela
para alimentar de sinuosos cuentos mis caderas
que una vez consiguieron robarte el sueño
en las mañanas, en las tardes, en las noches más sedientas.
Más, en el silbar de inciertos y esperados vientos,
robaré de tu alma toda pesadilla, todo miedo
y, derribaré sus puertas ciegas del azar del tiempo
para caminar juntos este cansado presente
que a veces nos agota y, otras, nos adormece.
III
A
él lo veo cada mañana sentado en un parque de camino al trabajo. Siempre con su carro enfrente y su preciosa sonrisa detrás…
En este poema reflexiono sobre mi vida y sus más amadas pérdidas; de mis prejuicios, de la fatalidad de los sustantivos y el olvido, a veces, de mi propio gerundio.
Darme cuenta de ello me ha hecho sentir sencillamente… más libre.
Viviendo mi… libertad
«Créete ser vagabundo de esta tierra
—me dije cuando pregunté por mi noble cuna—.
Cada mañana aquí sentado te verás
con tu carro enfrente, con tu abolengo detrás».
Culpable o no de mi destino
ya se encargó el sustantivo en
materializar mi propia historia.
¿Qué habrá sido del verbo en gerundio?
Voy vagando por este mundo sin tapujos, sin dobleces,
sin victimismo, sin pena y, ¿qué me importará a mí la gloria?
Pero no tengo miedo, ¡ya lo tuve una vez!
A ella la perdí un día en sueños…
Era tarde y el camino parecía marcharse.
Íbamos cogidos de la mano
sin sentir el día escaparse.
No dejaba de sonreírme hasta,
que desapareció de repente.
Allí me encontré, desencajado y frío
gritando su nombre al más temido… vacío.
A ella, sí a ella, la perdí un día en sueños…
Era temprano y el camino parecía quedarse.
Sin aromas ni hambre
besé su cuello, todo su rostro…
¿Cuán efímero parece a veces
el amor y, a la vez, tan eterno?
Húmedas huellas de barro
en mis ojos aún son latentes,
y mi voz, un eco tenaz sin presente,
sigue buscándola en mis playas hoy… ausentes.
Pero no tengo miedo, ¡ya lo tuve una vez!
Mi carro, el que ves aquí,
guarda dos trajes, una fecha en gris,
dos anillos impares y un adiós sin comodín.
Todavía la estoy viendo acercarse a mis labios…
¡Dios, no conocí belleza más bella que la del alma
cuando logra hablarte, besarte a través de la mirada!
Dios dime, ¿cómo podré, cómo podré olvidarla?
De blanco mi blanca dama, de negro mi negra vejez.
Deshabitada mi desnudez, me despedí del atuendo impuesto
y, sin resignación, recogí mi rabia, mis lágrimas cansadas.
Rechacé toda falsa dirección encorsetada, encorbatada
mas renegué del anquilosamiento de la respuesta más… amarga.
Ahora,
mi libertad, como el perro en los llanos,
corre, corre, vuela, vuela y, no se irrita.
Ahora,
mi libertad, como el buen ermitaño,
silencia el control desde una soledad elegida
para bailar a ritmo de salsa, los valses de mi vida.
Soy nómada, errante sin nombre,
madera viva, frágil y enlutada.
Mi carro, mi conciencia a las espaldas.
Pero ya no tengo miedo, ¡ya lo tuve una vez!
Cómo olvidar aquella tan bella, tan bella alma
cuando en las noches más oscuras siempre, siempre me…miraba
Y voy vagando por el mundo pintando pórticos y portadas,
a veces, con amplias arcadas, otras, con mil columnas doradas…
Elisabet Mallol López: Nacida en Barcelona en 1971 me confieso ser una persona autodidacta que, como la niña más niña, nunca dejará de aprender. Permitir que dicha pasión caiga en vacío no está dentro de mis propósitos y mi manera de demostrarlo se adivina en los siguientes poemarios y futuros libros así como en las diferentes monografías:
Libros sin editar: Sentimientos (1992-2006) • Vosotros (2016) • Más allá del Azul (2017-2018) • Al son de las letras, ballo amb les paraules (2018-2020) • A contraluz (2021-2023 en proyecto); a este último libro pertenecen los poemas aquí publicados.
Estimada Monografía: 50:8,32=6.. Un diálogo al bell mig de ta vida (2018) • Recuerda cuando… (2019) • Compartir, siempre nos enseñaron a compartir… (2021).
🔗 Para saber más, me podéis encontrar en: • Blog: https://elisabetmallol.blogspot.com/ • Instagram: https://www.instagram.com/poesiaemallol/ • Facebook: https://www.facebook.com/poesiaelisabetmallol/ • Canal Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCWrBoihBoEmpMF4wU-P-TVw
🖼️ Ilustración poemas: Imagen por OpenClipart-Vectors en Pixabay [public domain]
👉 Otros poemas de esta autora: En mi casa me encontrarás… ▪ Dos poemas
Revista Almiar (Margen Cero™) • n.º 117 • julio-agosto de 2021