poemas por
TS Hidalgo
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Queda clausurado mi arsenal de excusas, voy a dejar de hacerme sufrir: ahora mismo, ahora, me concentro en tantos aquellos tantos, jadeos infinitos; aquellos remotos crepúsculos, instantes exorbitantes (con el advenimiento de las drogas, aparecían nuevos baudelaires, escribiendo en las esquinas del tiempo). Reúno también tantos viajes exentos de brújula, a aquellas chicas, todas aquellas todas, y a mis Mediterráneos a este lado del deseo (¿se han bloqueado las nubes?): construir, finalmente, en el cenit, La Utopía, equiparable al cosmos y con el color de tus ojos.
El corsé lo puso de moda Madonna
a principios de los 90, ¿no?
La tierra se agostó circa 2007,
año que pasaría a la Historia,
porque encadenó varios otoños seguidos.
Estabilidad presupuestaria,
lo llamaron entonces.
Neoliberalismo a sufragar a escote,
también.
¿Cómo escapar si todo es una prisión?
A lo largo de todos aquellos otoños nunca llovió,
y las temperaturas extremas enmudecieron a los ventrílocuos:
había decenas de ellos:
permanecieron jóvenes por siempre.
A 2007 le siguió 1929,
que terminaría,
gracias a una compleja combinación de dados y casillas,
dando lugar en diferido a la leche negra del alba,
lo cual es paradójico,
teniendo en cuenta que el sol finalmente salió, a lo sumo,
un par de veces,
y hubo tinieblas en torno a cientos,
miles de días.
Se acabaron las misas:
eso es superstición.
Había pijamas por todas partes,
a lo largo y ancho de Central Park
(y hay constancia gráfica de ello).
¿Se habían pactado aquellas fotos?,
quizá.
Las ahora copiosas nevadas congelaron,
entonces y en familia,
incluso las sonrisas de los ventrílocuos:
éstas ya no crecieron nunca más,
pero sus cuerpos sí que lo hicieron
(¿recuerdan Vds. El padre muerto,
de Barthelme?),
dando lugar probablemente,
a una imagen extrañísima en su conjunto.
Estos ventrílocuos, de sonrisas mínimas,
decidieron emplearse en oficios minuciosos en extremo,
y a la luz de las antorchas,
tales como ponerse a descifrar
los nefastos juegos de magia previos,
o cazar;
también a registrar,
con todo lujo de detalles,
tantos suicidios
(sucedieron en masa a partir de aquel momento),
o a tratar de parametrizar dichas cifras,
en base a p.e. logaritmos,
o a la hipótesis de Riemann para los números primos:
todo ello tras acabarse
un casino infinito.
Tomás Sánchez Hidalgo. 📩 Contactar con el autor: tsanchez3 [at] hotmail.com 👁 Más textos del autor (en Almiar): Construction Time Again · Viaje de negocios (tras el nacimiento de un bosque)
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Revista Almiar – n.º 94 / septiembre-octubre de 2017 – MARGEN CERO™ – Aviso legal
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