Eulogio Díaz García
Hoy escribo en mi arboleda


las palabras, solas, manan,
me miran, frente a mis ojos,
y mis ojos las taladran.

Las sombras sueñan conmigo,
la pluma, rama dorada,
escribe en colores verdes,
porque verde, aquí, es mi estancia.
Palabras para un poema,
¡mirad, mirad, qué palabras!
serán canciones, olvidos,
entre rosas engarzadas.

Sí, ya sé…, ¡sólo son eso,
sé que son sólo… palabras!

Ved… ¡Cuando nace el amor,
a través de las miradas!
¿No son espinas de hierro,
no son fuego, taladradas,
no son, como arena ardiente,
las palabras pronunciadas?
¡Ay, del poema, mis manos,
fueran palabras sagradas,
hechas en dardos de fuego,
y en el alma me quemaran!

Por eso yo, en mi poema,
buscaré sólo palabras,
como rosas encendidas,
entre arboledas del alma.


PEQUEÑA FUENTE EN «EL COLLADO»


En tu despertar estoy,
suave corriente de plata,
serena y pequeña fuente,
me abrazas con tu mirada.
No pasa el tiempo contigo,
viendo tu agua que baila.
¡Cuéntame tus largos días,
sin soles en la mañana!

…¡Y dime, si allá, en las noches,
en luna de ti ausentada,
con los cielos escondidos,
tu sueño conmigo estaba!
Sé que, contigo, el silencio,
rizos de tierra taladra,
mantos de sierras oscuras,
dentro de ti se ocultaban.

Ya eres sol, serena fuente,
río, árbol, suave escarcha,
flor, simiente, vida oculta,
mar y tierra, nube blanca.
Has crecido tanto tú,
no te abarca ya mi estancia,
te alejas en tu horizonte,
tu soledad se me escapa.





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gardazi[at]teleline.es


Ilustración: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

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