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Crescencio Ramos García

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Entre despierto y dormido



Vine a este mundo inmenso y misterioso,
que se mueve entre miles de insólitas galaxias
y navega incansable colgando de un abismo
profundo e incomprensible para nuestra mente,
al igual que otros muchos compañeros de viaje,
no sé por qué razones, ninguna válida he encontrado,
por eso estoy en gran manera agradecido
porque nada justifica mi estancia en esta tierra
y sin embargo aquí estoy entre despierto y dormido,
en medio de este aterrador universo de secretos insondables
en el que yo mismo soy un enigma indescifrable,
y he venido a formar parte del mágico espejismo,
a contemplar absorto las incontables maravillas,
en que todo parece a la vista un átomo de polvo,
y el tiempo se eterniza, siendo yo brevemente efímero.

La realidad ignota confunde mis sentidos,
en busca de respuestas que apacigüen el miedo
busqué en las profundidades de mi mente
y en las de otras mentes en búsqueda infructuosa
que trataron de hacer del estudio una ciencia
y no pude encontrar ninguna explicación sólida
acerca del origen de tantas maravillas;
el estudio de una cosa me condujo a otra
y el cúmulo de misterios en lugar de achicarse,
como una broma extraña, se fue multiplicando,
y supe de la tragedia de muchos estudiosos
que empecinados en develar los misterios
invirtieron su tiempo y malgastaron su vida,
pasaron por el mundo con más pena que gloria,
ciegos, sin siquiera haber percibido la hermosura
de este mundo pleno de magia y fantasía.

La vida es un milagro en medio del milagro,
el más grande regalo que por gracia nos ha sido otorgado,
no hay mentiras piadosas que puedan engañar el intelecto
el diccionario de Dios está oculto a los hombres,
el diccionario humano es tan solo un espejo opaco
en el que intentamos mirarnos para intentar comprendernos,
vivimos brevemente, ya debiéramos saberlo,
y no desperdiciar ni un ápice de tiempo en estúpidas guerras
habiendo tanto trabajo para hacer producir la tierra
y lograr que haya fruto abundante para nuestros hijos
para que puedan disfrutar de un futuro más promisorio;
para embellecer nuestro entorno y cuidar el planeta
que una sola vez, lleno de maravillas, nos ha sido entregado;
para vivir en paz y disfrutar cada día que nos reste de vida
y no hay mejor ciencia que vivirla en grata compañía,
mirando con deleite los campos florecidos
y luego el fruto comestible, extrañamente hermoso,
pleno de texturas, sabores, aromas y nutrientes,
y así vivir intensamente cada uno de nuestros días.

He mirado los cielos azules del invierno, las noches estrelladas,
los cometas viajeros, los mágicos eclipses,
las figuras celestes, la luna engalanada
que, como un hechizo mágico, ilusión o fantasía,
han ido construyendo mi mundo de recuerdos;
he escuchado arrobado la música del viento,
el ruido del agua corriendo por el río o cayendo en la cascada,
y el himno de las tórtolas en el cenit del día;
he mirado los montes cubiertos de neblina,
en mi olfato perdura el aroma de la tierra mojada,
la lluvia canta en mi alma canciones de nostalgia;
las montañas, los bosques, las lagunas, los ríos,
el alba y el crepúsculo con sus inconcebibles colores
extasiaron mis ojos, me hablaron de poesía,
y las nubes pluviosas llovieron sobre mi alma
semillas de recuerdos y gotas de melancolía,
por eso arrodillado, sumamente agradecido ante tanta belleza,
¡mi Dios, te doy las gracias por tantas maravillas!




Crescencio Ramos es autor del libro Tamoanchán (y otros cuentos)
publicado por Plaza y Valdés, Editores.

Contactar con el autor:
cramosg[at]stps.gob.mx


Ilustración poema: Fotografía por Pedro M. Martínez ©