Una historia vulgar
por

Jesús García de la Morena


-Ayer rompí con Juan Carlos –dijo Luisa delante de la puerta de la casa de Ana.

-¿Y eso? Pasa, mujer, no te quedes ahí –contestó Ana a la vez que hacía un gesto invitándola a entrar.

Las dos pasaron a la habitación de Ana y se sentaron a hablar.

-¿Quieres algo para beber? -dijo Ana, pero Luisa hizo un gesto de negación con la cabeza.

-Ya no aguantaba más -continuó Luisa-. Ayer no pude resistir.

-¿Tan mal os llevabais? ¡si erais la pareja perfecta!

-Yo también pensaba eso, por lo menos al principio, antes de saber cómo es en realidad. Verás, como es lógico, a cualquier novio le gusta ver a su chica arreglada y bien vestida, como a nosotras, que no nos gusta que vengan con pintas.

-Claro, es lógico, a todas nos gusta eso.

-Pues bien, siempre que íbamos a la discoteca, o incluso al cine, me miraba a ver cómo iba de arreglada. Al principio, yo le decía que era muy perfeccionista, y eso me gustaba. Pero luego me di cuenta de que en realidad lo que le pasaba era que quería quedar bien delante de sus amigos; sólo le importaba que estuviese guapa para presumir de mí, y luego me dejaba apartada y hacía más caso a sus amigos.

-Es un poco cerdo -dijo Ana.

-Pero es que eso no es todo. Para saber si era verdad eso que yo sospechaba, un día quedamos y yo fui normal, sin maquillarme ni vestida con ropa bien, iba de diario Cuando me vino a buscar, me dijo que no pensaba ir así conmigo a ningún lado, porque no quería que le vieran con una chica que parecía una cualquiera. Ahí sí que me cabreé y, bueno, lo dejamos.

-¡Qué asqueroso! -dijo Ana–, ¡no pensarás ir con él al cumpleaños de Marcos!

-No -dijo Luisa secamente.

Con esto dicho, cambiaron el tema de conversación. Hablaron de todo un poco: del profesor de sociales, de la serie del domingo y de muchas más cosas. A las diez sonó el teléfono. Aunque era la casa de Ana, contestó Luisa pensando que serían sus padres. Se quedó cortada. Era Juan Carlos, que había llamado a casa de ella y le habían dicho que estaba allí. A medida que hablaban, a Luisa le iba cambiando la cara, y cuando colgó estaba muy contenta.

-¿Qué te ha podido decir ése en 10 minutos que te ha cambiado la cara? -preguntó Ana con desconfianza?

-Me ha pedido perdón, ha dicho que se arrepiente de su comportamiento y que si quiero ir con él a la fiesta de Marcos, y le he dicho que si lo siente, que acepto.

-Tú verás lo que haces.

Luisa miró el reloj, vio que era tarde y se fue a su casa.


A la mañana siguiente, Luisa se encontró con María de camino a clase.

-He oído a los chicos hablando. Decían que ibas a volver a salir con Juan Carlos.

-Sí, ayer lo arreglamos todo.

-Que sepas que el comentario es que te lo ha pedido porque no quiere que una chica le deje por algo así, ya que puede correr la voz y ninguna chica querría salir con él. Y si no es contigo ¿con quién iría a la fiesta?

Luisa pensó que no podía ser cierto, pero algo podría tener de verdad... La única manera de saberlo era poniendo a Juan Carlos a prueba. Llegó el viernes por la tarde, pero antes de acudir a la cita, Luisa se rapó el pelo al cero.





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