Todos van de negro
Apuntes sobre un Performance del Black Market
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Carlos Zerpa
A partir de cierto punto no hay retorno
Ese es el punto que hay que alcanzar.
Kafka
La fuente a la entrada de la
casa, con su gran ostra y sus dos fieros leones, está llena
de espuma, alguien le puso jabón al agua y batió y batió el agua para
producir muchísima espuma, la cual se desbordo y se precipitó sobre
el pasto.
Son las 7 y 30 minutos de la noche, de un día miércoles 11 de Julio,
estamos en la bellísima «Casa del Tiempo» en Chapultepec, el lugar
de los grillos.
En la baranda que está sobre dicha fuente, hay un grupo de performancistas
asomados por el bacón, codo con codo, todos van de negro, hablan entre
ellos, parecen esculturas vivientes... de pronto se separan y se dispersan,
cada uno va a lo suyo, cada uno se dirige a un espacio dentro de la
casa, unos se van al fondo, a la segunda sala, al segundo cuarto,
otros a la sala, otros bajan las escaleras hacia nosotros y otros
se quedan en el bacón... vienen de Irlanda, de México, de Singapur,
de Alemania y de Suiza, no son ningunos novatos en estas lides, son
muy profesionales, sus edades oscilan entre los 35, 42, 54 y 60 años...
las canas pintan el aire, ellos son los del grupo internacional de
performance art «Black Market», nosotros somos su público y el performance
en si ha comenzado.
Uno de ellos trae sobre la baranda a un hermoso gallo dorado, rojo
y negro, le lee en voz alta un libro en alemán, el gallo escucha y
come su maíz en un plato blanco, me recuerda a Joseph Beuys enseñándole
también arte contemporáneo a una liebre muerta, sin duda que ambos
provienen de la misma escuela..., otro de ellos está parado frente
a una mesita sobre la grama, a la entrada del jardín frontal, todo
de negro, con capucha y pasamontañas, no se le ve la cara, y ahí estará
durante todo el evento, inmutable, impávido; sobre la mesita hay unas
fotocopias y fotografías sostenidas por piedras redondas... En el
balcón, de espaldas, la única mujer del grupo, lanza sobre su hombro
cual sedal de pesca, largos hilos negros y rojos, los cuales van a
caer en la espuma de la fuente, luego los recoge y repite y repite
la acción una y otra vez hasta la náusea... Dentro de la casa está
un hombre asiático, golpeando con una larga vara el piso de madera,
luego se sube a una mesa y escupe una a una muchas canicas que rebotan
en el piso y que son atrapadas por los espectadores, luego lanza con
fuerza pelotas que rebotan y dan contra el techo y contra el publico...,
en esa misma sala hay dos varas largas que casi llegan al techo, como
chop sticks tienen en su punta a una rata negra de plástico, ¿alusión
al sushi?, un cochinito rosado y mecánico, un cerdito de juguete operado
por baterías, hala con un hilo rojo y con mucho esfuerzo a un autobusito
por el piso..., el performer ahora aparece con dos tobos, con dos
cubetas metálicas, corta con una tijera telas con las que cubre las
cubetas de aluminio, una con un cuadrado de tela negra y otra con
un cuadrado de tela blanca, nosotros no sabemos lo que hay dentro
de cada cubeta.
En la otra sala hay uno de ellos parado, estático, mirando hacia el
muro, sosteniendo un envoltorio sobre su hombro derecho y su cabeza,
de vez en vez cambia de hombro para sostenerlo o hace sonar su contenido
como una gran maraca o un palo de lluvia, en el piso de ésta sala
hay un circulo hecho por guantes de invierno, guantes tejidos de lana,
rojos, negros y blancos, son guantes para niños los cuales están sostenidos
con piedras redondas…, en el medio del circulo hay panes campesinos
y uno de ellos tiene clavado un cuchillo, casi no se puede respirar
pues un fuerte olor acre invade el lugar; al fondo está otro de ellos
sentado a la mesa, el cual se cubre toda la cabeza con scotch adhesivo,
cinta doble cara, doble faz, parece una cabeza de momia, saca entonces
de un bolso muchos ojos recortados, de revistas y catálogos, los saca
y se los pega en la cara y en el resto de la cabeza, ahora es un monstruo
multiojos, que te miran y que miran en todas direcciones a la vez,
se pone en pie y atraviesa entre el numerosísimo publico asistente,
dirigiéndose a la sala principal.
El performer que sostiene el bulto sobre sus hombros también ha atravesado
la sala, más aún, ha bajado las escaleras y se dirige hacia el jardín,
pasa sobre la espuma de la fuente que ya ha invadido los primeros
escalones y se detiene justo detrás del hombre-escultura con el pasamontañas
en el jardín, vacía entonces sobre el pasto el enigmático contenido
de su gran paquete-maraca, son cientos de chapas, tapas, corcholatas
de coca cola, las cuales caen sobre la grama, él ahora se da a la
tarea de ordenarlas creando un dibujo, todas muestran ahora el «trade
mark» y él hace apuntes en una libreta de mano, aunque en verdad lo
que hace es un dibujo del paisaje que él ve desde su punto de vista,
la reja de entrada y la calle... el hombre del pasamontañas sigue
ahí inmóvil.
La mujer del balcón
prosigue con su aburrido quehacer, ahora hace bolas de papel higiénico
y agua, las amarra con hilo rojo y las lanza contra el muro o contra
el techito tragaluz de la entrada, ella viste también de negro como
su largo cabello, pero sus zapatos son rojos como el hilo que usa.
Dentro de la sala el performer libera del pesado trabajo al cerdito-Sísifo
y toma él la responsabilidad de halar el pequeño autobús, amarra entonces
un largo hilo rojo al autobusito y el otro extremo lo ata a su oreja
izquierda, la cual también cubre por completo con cinta adhesiva transparente...,
camina entonces halando el pequeño juguete con su propia oreja, la
cuerda se tensa y semeja a la de una guitarra y él con sus dedos le
saca música, punteando sobre ella con la punta de sus dedos. Un altoparlante
desde el comienzo de la acción y hasta el final de la misma estará
emitiendo sonidos de la ciudad, sonidos urbanos, voces en alemán y
ruidos.
El hombre del gallo entra en la sala y pone al animal sobre la mesa,
ya no le lee pasajes del libro, si no que pone también al cochinito
rosado sobre la mesa y hace que camine hacia el gallo o atraviese
entre las patas de éste, el gallo además de picotear el maíz ahora
picotea también al cerdito..., llega ahora un hombre de la calle,
viene arrastrando un par de pesadas maletas, es su equipaje, pide
permiso en inglés y alemán para poder abrirse paso entre la multitud,
a duras penas logra atravesar las salas y desaparece en el fondo;
el performer multiojos aparece con un péndulo de bronce entre sus
dedos y persigue lentamente al autobusito de juguete, copia fiel del
autobús que está estacionado en la calle y que los transporta, él
intenta que el péndulo flote encima del pequeño autobús, intentando
que el péndulo esté siempre sobre él... por un momento y accidentalmente
pisa el hilo que colgaba detrás del juguete, el hombre que lo lleva
con la oreja lo hala, el autobús queda entonces suspendido en el espacio
flotando entre dos hilos tensos, gira entonces sobre si mismo cual
molinete, el péndulo esta a pocos milímetros sobre el remolino y se
produce un momento en verdad muy mágico.
El performer de las corcholatas ya está de vuelta en la sala, tiene
ahora los ojos vendados con una cinta negra y trae puesto un casco
protector con visor transparente, es uno de estos que utilizan quienes
hacen soldaduras de metales para proteger sus ojos, trae cual bastón
de ciego un palo de golf, atraviesa la sala con una mano adelante,
tanteando el aire, en su invidente caminar, con el palo de golf suena
el piso, golpea el piso con un toc, toc, toc de ciego.
Justo en ese instante una voz se alza en el altoparlante, dice algo
fuerte en alemán, el multiojos se retira al fondo de la sala y regresa
a su mesa, comienza entonces a quitarse con una tijera larga la cinta
adhesiva de su cabeza, la corta y se la despega, el hombre de las
pesadas maletas reaparece, esta vez viste un traje y va de corbata
roja, se dirige a la mesa de la sala principal, el hombre que halaba
el carrito con un hilo de su oreja esta ahora sentado en una silla
y a la mesa, sobre ella hay un platón hondo de aluminio, el otro performer
de corbata roja se dispone a cortarle el cabello con unas diminutas
tijeras, del fondo de la sala y con mucho esfuerzo viene un performer
desnudo, parcialmente cubierto por un plástico transparente adhesivo,
envuelto en esta película plástica para alimentos, de envoplast, de
su boca salen dos tubos transparentes que van hacia las dos cubetas
que él transporta, esas dos mangueras entran al agua jabonosa que
transporta en las cubetas, él las lleva en sus manos, son pesadas,
es un lento y penoso caminar, al respirar por las mangueras el aire
va al agua jabonosa y produce espuma, la espuma de jabón sobresale
de las cubetas y se adhiere a la piel cubierta de plástico de sus
piernas, resbala y cae al piso, él va dejando a su paso, cual babosa,
una estela, un rastro de bombas de jabón, en su fatigado y lento caminar
este performer no solo atraviesa a duras penas las salas, si no que
sale al jardín y luego a la calle... El hombre que corta el cabello
del otro consulta en su diccionario de bolsillo, en su diccionario
alemán-español, escribe luego una palabra con un marcador negro sobre
una hoja de papel blanca, escribe la palabra «barbero» y se la pega
al traje, luego consulta de nuevo al libro, escribe sobre otra hoja
y se la adhiere al traje... la nueva palabra es «asesino», continua
cortando el abundante cabello del hombre de Singapur y lo pone sobre
el plato plateado, la cual se va llenando de pelos..., el performer
de la otrora cabeza de ojos aparece, pero esta vez viene de regreso
con unos anteojos extraños y una cinta roja que cae por la comisura
de sus labios, esta cinta roja cae por lado y lado de su boca cual
bigote Chino, cual sangre de vampiro, él ve como su compañero esta
siendo afeitado y se regresa raudo a su mesa, toma sus largas tijeras
y camina hacia el barbero asesino, se para detrás de él y comienza
también a cortarle el cabello, el afeitador afeitado, el plato ahora
tiene cabellos negros y cabellos rubios, cambian los puestos y los
papeles, el performer de Singapur ya rapado se pone de pie, el barbero
se sienta para que continúen afeitándolo, pero únicamente le cortan
el cabello del frente y el de arriba, dejándole cual calvo los pelos
laterales y el de atrás, el performer que se ha puesto en pie, el
hombre de Singapur toma todo su cabello negro del plato y se lo pega
a la cara con cinta adhesiva, ahora tiene toda la cara cubierta de
pelos, tiene una máscara de pelos, es el hombre lobo, ahora saca de
cada cubeta un corazón real, no sé si de cerdo, de cabra o de vaca...,
toma cada uno en cada mano, pone un cayado sobre sus hombros y se
apoya en el cómo si estuviese crucificado, amarra en cada punta cual
banderas, la tela negra en una punta y la tela blanca en la otra punta
de la madera, amarra cada cubeta con una cuerda amarilla a sus tobillos
y camina arrastrándolos por la sala, produciendo sonidos y ruidos,
camina cual Cristo arrastrando su cruz, con sus corazones sangrantes
en cada mano, con sus banderas, sus cubetas y su cara peluda.
Regresa el hombre ciego y su palo de golf, regresa a tientas, viene
ya de vuelta, viene mojado pues le ha echado agua la mujer performancista
en un momento de capricho y mala uva, el hombre desnudo también está
de regreso, viene de atravesar la calle y de atravesar el semáforo,
ante la mirada curiosa de los transeúntes y la mirada atónita de los
policías, se pone de pie el barbero afeitado, quien escucha en un
radio reproductor una cinta de quién sabe qué discurso en alemán,
el performer de la cinta que cuelga entre sus labios se comienza a
transformar en otra cosa, pone papeles de seda en su cintura haciéndose
una falda, papeles de china, papeles multicolores, que pone uno al
lado de otros también en su cuello y en una cinta de goma en su cabeza,
se va transformando en un hombre-piñata, viene hacia nosotros... todo
muta, todo se transforma, todo se convierte en otra cosa...
Ya son casi las 10 de la noche, afuera el hombre de Irlanda permanece
de pie, inmutable con su pasamontañas, es un guardián-escultura, nosotros
que lo vimos al comienzo sabemos que debajo de esa capucha se oculta
un hombre de barbas blancas cual San Nicolás.
La luna llena brilla resplandeciente en el cielo, pienso en el hombre
lobo, pienso en el performer de la cara cubierta de pelos... auuuuuuuuuuuuu,
auuuuuuuuuuuu, aúllo yo celebrando esta maravillosa noche, el performance
colectivo aún no culmina, a lo lejos escucho que alguien contesta
mi llamado, alguien regresa mi aullido... auuuuuuuuuuu, auuuuuuuuuu,
quizás sea el hombre lobo de Singapur, sé a ciencia cierta que hay
otros lobos en el vecindario... la luna sigue plena.
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CON EL AUTOR: casazerpa[at]hotmail.com
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por Juanjo Barinaga
y
Pedro M. Martínez ©
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