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Un amor imposible,
no deja de ser amor


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Carmen Godoy


Me gustaría hablarte de él, desde la abrumadora distancia que nos separa y desde la complicidad cotidiana que nos une. Como si este aire nocturno y fresco no me trajera su aroma, como si no dijera su nombre en cada verso, casi sin despegar los labios, como si no me acompañara siempre su voz, como si la ternura no estuviera siempre vestida con su ropa. Me gustaría decirte cómo le extraño y cómo cierro los ojos y disfruto (lo dice una canción), echándole de menos…


Hoy termina abril, y media primavera se ha marchado. Las palabras que escribimos se me enredan en los ojos y en la piel, van llenando el cajón de los recuerdos y me tiembla en la boca la sonrisa. Quisiera contarte, cómo es cuando brilla su mirada y se refleja en los hilos de mi blusa, cuánto dice, cuando calla. Y hasta, a veces, cuánto calla lo que quisiera decir y no se lo permite la imagen del espejo.


Mayo se adormece, vuelan las preguntas, huyen las respuestas y sigue este sueño, dormido y despierto, revoloteando entre mis versos. Quisiera decirte cómo es cuando tiembla y dice mi nombre, con todas las letras, y suena a piropo, y sabe a café, y sonríe y brilla, sólo para mí, porque nadie sabe, porque nadie entiende este mundo nuestro hecho con besos de papel y miedos pequeños que se enredan en las piernas y sonrisas que quisieran ser abrazos.


Quisiera contarte, desde esta ventana, a la que se asoma sin verme los ojos, cómo es primavera si él está a mi lado, cómo me descubro siguiendo sus pasos, cómo soy la cómplice de esta luz que alegra los días, los meses, los cajones, las palabras que nos regalamos, y escondemos, y rompemos… Quisiera decirte cómo es de bonito sentirme a su lado y escuchar su voz, cercana y amiga, saberme esperada, saberme querida, aún en la distancia de años y años sin saber que estaba, sin saber quién era… Mirar el reloj, escuchar atenta sus pasos serenos, mirar la sonrisa, retenerla acaso y detener el tiempo. Luego, recordarla en silencio, ya de madrugada, y convertirla en versos… Quisiera decirte cómo le echo de menos, cómo no se aparta de mi pensamiento y se queda quieto, enredado en mis párpados, en ese momento, de creer en las hadas, entre la vigilia y el sueño.


Te podría hablar, si no fuera un secreto, de sus manos tibias que sólo rocé un momento, y de todo el miedo, como un muro de piedra que obliga al silencio. Pero la memoria no calla, recuerda, como yo recuerdo todas las palabras…, las leo y releo, temblando y sonriendo, tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.


Ese miedo que nos deja sin aliento, que nos calla y nos detiene, que nos aleja a veces, que nos une sin remedio, que nos persigue y nos muerde… Quisiera contarte cómo es ese miedo, pero se me escapa, porque él lo custodia, vigila y protege, no lo deja fuera, lo esconde, lo aleja…, y en un arrebato de luz en sus ojos, cuando nadie mira, yo leo en sus labios que me dice «guapa», y tiemblo, y sonrío, y digo su nombre, todo con mayúsculas, sin punto al final, sonando a «te quiero».


Quisiera contarte, desde esta ventana, el olor a limpio de su cortesía cuando empuja puertas y paso delante, cuando, en un susurro, le siento mirarme, le dejo instalarse en un rincón antiguo que tiene mi alma y que sólo es mío, y que ahora es nuestro… Me veo en sus ojos como en un espejo, y no soy la misma que tú conocías, me siento tan niña, tan joven, tan embelesada, tan llena de vida… Quisiera decirte qué es esto y no puedo… Cuando sin querer apenas, vuelvo a los dieciocho, y le busco entre la gente, junto al mar, en las nubes, en las calles que recorro, entre verso y verso…, repito su nombre si nadie me oye y sonrío, acaso, recordando un momento cualquiera que nos salvó del miedo.


Como en un susurro, tan cerca y tan lejos, escucho su voz…, «guapa».


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ruizdobado[at]wanadoo.es
Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez y Juanjo Barinaga ©