A propósito de copÉrnico,
O galiLeo,
O hawking
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Gustavo Cruz Chávez
Amanece. Desde la bolsa
de dormir, puedo ver el sol saliendo en el horizonte por entre mis
pies. El silencio del desierto es absoluto, percibo los latidos de
mi corazón, el leve roce de la tela de mi abrigo al moverme, mi respiración
fluyendo por mis vías.
Me desperezo, bebo unos
sorbos de café tibio del trasnochado termo y camino hacia el único
y solitario megalito plantado quien sabe por qué culturas antiquísimas
en el altiplano Andino. Es la fecha precisa, y la horizontal luz del
sol que ilumina perpendicularmente los relieves tallados en la roca,
produce nítidos claro-obscuros en forma de ideogramas, hago varias
tomas fotográficas con la pequeña cámara digital y las proceso con
el traductor del ordenador portátil, tiempo después, en la pantalla
aparecen una serie de símbolos de lo que tendría que ser una escritura
antiquísima, el programa tiene algunas dificultades en interpretar
el extraño código, pero al final, el mensaje que produce es mas o
menos el siguiente: En el principio, el universo tuvo un tamaño
nulo y por tanto estuvo infinitamente caliente.
Resuello con impaciencia,
el texto parecería corresponder más bien a algún tratado de física
moderna, ¿Un error del ordenador? Continúo revisando otros textos:
El espacio-tiempo es finito, pero tampoco tiene una frontera, lo
que significa que: No hubo ningún principio, ningún momento de creación,
por tanto: no hay creador.
Me impaciento más aún.
Continúo leyendo: e=mc2..., ¡¿e=mc2?! ¿Einstein paleolítico?
—susurro en medio de una risita algo histérica— y luego en la pantalla
desfilan una serie de ecuaciones incomprensibles para mí..., finalmente
un mensaje de error del programa que me hace pensar que el traductor
ha sido excedido por el extraño texto.
Una idea socarrona se
desliza en mi cerebro: ¿Seria por eso que los curas cristianos conquistadores,
destruían secretamente ateos megalitos semejantes a éste?
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Ilustración:
Pedro M. Martínez © 2003
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