A mi viejo

poema por Daniel Omar


Un día se fue
y dejó una ausencia
grande como el mundo
larga como un siglo
se fue y lo seguí
pero mi camino

iba por otra vereda
y le dije que lo quería
lo de siempre
lo de nunca
       lo que pude
esperando que al menos
en la otra vereda se escuchen
                            los ausentes.
 
Diez años sin fumar
la nicotina escribe
de nuevo sobre los pulmones
ladran libros desordenados
música de insomnio
pienso que pensarás
bajo la ducha
a minutos nomás
de los juegos del deseo
mientras un hijo duerme
en la otra pieza
y el otro
es parte del agua
               de tu vientre.
 
La canción sigue siendo la misma
cantaban los zeppelín
en el trasnoche del Rossini
 
yo hacia mis primeras armas
en el amor
y aprendía estoicismo práctico
                                     frente al Penna
en la garita de la 514
4 grados bajo cero pm
ella tenía ojos claros
y jurábamos encontrarnos
en el futuro
fecha y hora
un día
pasara lo que pasase
hoy probablemente tendrá hijos
o algún divorcio a cuenta
de la cara que se merece
al Rossini ya lo reciclaron
y yo apenas me acuerdo de la fecha de mi cumpleaños.
 
Me encanta volver
a mi pueblo
de tanto en tanto

ir a la chacra a ver a la Brígida
criando hijos de hijos
y haciendo milagros a la hora de la comida
                  y sentarme con
el tío más sabio del planeta
a enturbiarnos los ojos
         de tintos y nostalgias

allí el tiempo
es un manzano
a la orilla de una acequia
y el olor de la tierra
         tiene el aroma de la infancia
                               tiene nombres
que hablan del otro lado de la lluvia
                                         nombres
que vuelven desde el costado feliz de la vida
                                    


tibios nombres
que me enseñaron a amar.

Las golondrinas de plaza de Mayo
volaban en el viejo Winco
                          de la casa de Sergio
 
afuera terminaba
         una guerra absurda
y madres giraban
sobre nombres ausentes
              su cuota de justicia

tuvimos suerte
los que como yo
veníamos de lugares
donde nunca pasa nada

la historia la escriben
los que ganan
                  cantaba Nebbia
en la otra historia
nosotros

crecimos con el miedo
        en los ojos y las  alas
y tuvimos
que aprender
a respirar un poco de fe
             para poder vivir
sobre los libros de la buena memoria
                         llevamos escrito

como el anillo del capitán Beto
                    un signo
                               del alma.

El club de los corazones solitarios
de la calle Irigoyen 978 2do A
cerró sus puertas
cuando me mudé  de barrio
                           y de mujer
el tren nocturno daba las 11 pm
y volvíamos de la ciudad
a sacudirnos la soledad
               en un tinto dudoso
en el aire
    jazz del mejor
                        humo
y compartir

historias de desencuentros
el Martín se fue a vivir con Mariel
Darío estudia contrabajo
            en el conservatorio
a Mario lo escucho en la cortina de la radio
y el Hujes eligió el mar
                            allá en el sur
de esa época
la costumbre de la puerta abierta
                               y un plato de más
por si alguien cae con un sueño
a la hora de la ternura
                            y el abrazo.

bbrbbrbr
Ayer nomás
Sanyu cantaba canciones de Silvio
      vos robabas boinas
               a libros de Neruda
y el Martín y yo moríamos
en un mano a mano de ginebra
en algún viernes  de guitarreadas en el club
                                  la ciudad
era una rayuela de Cortázar
que empezaba en el parque de Mayo
y terminaba
en los mates de madre en casa de las Varela
aprendíamos
que la vida es una moneda
                     de buenos amigos
                     de tibios momentos
donde cargar las pilas de los sueños
y escondernos de los ojos de la soledad              
hoy cumplís años
el nuevo siglo
se llevó la Nelly
               nos regaló hijos
                  lo de siempre
una de sueños y otra de sal
en el mismo estéreo gastado
     fito que empuja
                    y dale alegría
                              alegría a mi corazón.
 
Esa mujer
apareció una tarde
de ojos anclados en la lluvia
se descalzó el abrigo
el otoño, la mirada

camino hacia mí como a la muerte
                                  o la esperanza
dijo cosas
que siempre guardaré
en los muelles de la memoria
vino a enseñarme
la magnitud de un beso
la eternidad

que hay en el salto de arriesgar en el otro
esa mujer
llevaba un puerto
atravesado en la nostalgia
una herida de sal mordiéndole la infancia
y cuando dijo amor
           de sus ojos
                   llovió todo el mar.


_____________________


Daniel Omar Martínez nació en 1963 en Allen, Río Negro, Argentina. Los poemas aquí publicados pertenecen a su libro Katrú.

Ilustraciones poemas (en su caso): Fotografías por Pedro Martínez ©. N. de R.: En algunos poemas se han mantenido las sangrías originales.


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Poemas publicados en Revista Almiar (2003). Web reeditada en noviembre de 2019.

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