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Prodigios en Argentina
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José Elgarresta Ramírez de Haro


El presidente está durmiendo junto a la presidenta.

—¡Presidente! ¡Presidente! ¡Tranquilo! ¡Ha sido una pesadilla!

—Aaag... ¡Joder! ¡Pero qué pesadilla! He soñado que buceaba en un pozo profundísimo hasta que encontraba una onza de oro. Subía con ella a la superficie y cuando emergía, al borde de la asfixia, aparecía una cabeza que, sin dejar de reírse, metía la mía nuevamente en el agua mientras me quitaba la onza.

—Bueno, bueno...

—¡Hay más!

—¿Qué?

—Volvía a coger otra onza, subía, me la quitaban y así no sé cuantas veces.

—En fin, olvídalo y descansa, que mañana tienes un día duro.

El presidente se duerme.

—¡Aaay! ¡No! ¡Eso no!

—¡Caray! ¿Qué te ocurre ahora?

—He soñado que estaba en un campo de trigo repleto de hermosas espigas. De pronto crecían otras espigas raquíticas que, con sólo tocar a las primeras, las hacían caer, mustias, al suelo. Luego estaba en un prado rodeado de enormes y lustrosas vacas que mugían apaciblemente, pero de pronto aparecían otras vacas, delgadas y miserables, que se comían a las gordas.

—¡Caramba! Es el sueño de José. Tienes suerte. El Señor te manda este aviso para que no desfallezcas.

—Pero es que el sueño no termina ahí.

—¿No?

—Cuando sólo quedaban vacas miserables se volvían a mí, pero no tenía nada que darles y comenzaban a comerme. ¡Aaag! Al cabo nos tendremos que marchar del país.

—¿Y qué importa? Ya encontraremos un colegio para los niños. Tú tranquilo. Bueno, ya es hora de levantarse. Tienes que ir al Congreso.

El coche del presidente, rodeado de motoristas, está enfilando la avenida que lleva al palacio del Congreso. A un lado y otro una multitud grita y golpea frenéticamente las cacerolas.

—¡Chofer! ¿No puede acelerar? En fin, voy a abrir la ventanilla, a ver si puedo respirar un poco mejor —una piedra le golpea en la frente.

—¡Carajo! ¡Menudo chichón me ha hecho! ¿Qué es esto?

Extiende un papel que envolvía la piedra. Lee:

«Los pobres no tenemos sueños.
sentados en el retrete,
cagamos y cagamos,
esperando que el mundo se vaya
patas abajo.
Pero cuando abrimos la puerta
del cuarto de baño
el mundo sigue ahí
y siempre es el mismo».

—¡Es prodigioso! ¿Cómo habrá sabido que he soñado? Bueno, pensándolo bien, él es pobre porque no es capaz de soñar, ¿no? Pero puede imaginar que yo sí sueño. Por algo soy presidente. Cada uno en su lugar.


Ilustración: Fotografía por Javier Pistani ©
(Participante en la 1.ª Muestra de Fotografía Almiar 2002)


PÁGINA WEB DEL AUTOR:
http://www.joseelgarresta.com/