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ojo de tigre relato jordi leal

El tigre de Malasia
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Jordi Leal Espuny

Llevaba tres días allá arriba en la jungla cubriendo la noticia. El caso no avanzaba y me temía que la estancia en aquella cabaña sería más larga de lo previsto. Pasaba gran parte de la noche tumbado en un camastro cubierto con una mosquitera. A la luz de una vela repasaba mis notas y las leía.

Aquella noche el calor era sofocante y dormir se convertía en una utopía. Decidí salir a fumar al patio. La cabaña estaba rodeada de otras muchas. La mayoría de la gente estaba en el exterior debido al insufrible bochorno. Todos anhelábamos el estallido de una tormenta pasajera para refrescarnos.

El poblado estaba situado en una altiplanicie cuya vista dominaba gran parte de la jungla. En la parte más alta estaba la gran cabaña. Era una edificación construida con la misma técnica que el resto de las cabañas, pero la diferenciaba su gran tamaño. Pertenecía a la comunidad y su uso estaba destinado a reuniones y festejos. Pero ahora estaba ocupada por el doctor Majari y el inspector de policía Taburu acompañado de cuatro de sus hombres.

Los hombres de Taburu custodiaban los dos cadáveres; un matrimonio había sido brutalmente apaleado hasta causarles la muerte. El caso estaba claro: los asesinaron sus familiares. El matrimonio profanó el día sagrado dedicado a los árboles. Esta festividad sólo la celebraban unos pocos poblados aislados de la jungla. El pecado mortal que cometieron fue fumar delante de sus familiares antes de la comida sagrada. Aquel hábito al tabaco lo adoptaron de un empresario maderero para el que estuvieron trabajando como servicio doméstico. El empresario quebró y ellos regresaron al poblado con dos hijos pequeños además de su vicio.


El insomnio propiciado por el calor me producía ansiedad. Me acostaba en el camastro y al cabo de cinco o diez minutos me volvía a levantar. Encendía otro cigarro. Salí del patio y me dirigí a dar un paseo nocturno por el camino que rodeaba las cabañas. Me acerqué al punto más alto y observé la frondosa oscuridad imaginando los focos del vehículo que por fin trajera al juez.

Agotado por la falta de sueño decidí volver a la cabaña. No me apetecía hablar con el doctor y mucho menos con el inspector. Ambos eran tertulianos a los que había que darles la razón en todas sus opiniones para poder conversar sin discutir.

Pasé por delante de la cabaña donde estaban retenidos los familiares de los asesinados. Permanecían en el exterior como la inmensa mayoría de aquel poblado, pero custodiados por dos agentes de Taburu. Algunos todavía conservaban manchas de sangre en sus vestimentas. La oscuridad disparaba mi imaginación y tuve la impresión de estar delante de una tribu macabra en reposo después de una orgía de sangre y violencia. Pero en realidad eran pobres campesinos que se habían dejado llevar por el fervor fanático de unas creencias religiosas y ahora no entendían lo que había ocurrido. Cuando llegara el juez seguramente encarcelaría a un par de ellos y a los otros los dejaría en libertad.

Una brisa liviana recorrió por un instante entre las hojas de los frondosos árboles. Los sonidos de los animales nocturnos de la selva rompían el denso silencio. Retomé el camino más corto para llegar a mi cabaña. Entre algunos claros de las copas de los árboles se podía distinguir la luna llena. Visión poco esperanzadora porque obviaba la ausencia de nubes y por lo tanto las escasas posibilidades de disfrutar de un chaparrón pasajero.

Me dirigía a la cabaña con la intención de ordenar mis notas para después publicar la noticia en el Kuala Lumpur News cuando en el centro del camino observé un bulto que avanzaba hacia mí a cuatro patas. Por un momento pensé que se trataba de un perro de presa que utilizaban los nativos para cazar elefantes, pero al acercarse y escuchar el ronroneo me di cuenta que era un tigre. Mi sangre se paralizó. Las gotas de sudor se congelaron. En un instante recordé todas las cosas que debería haber hecho y las que había dejado a medias. El tigre se acercaba a paso lento moviendo con elegancia su majestuoso cuerpo. Mis pies parecían enraizados y mis brazos dos vigas de hierro inamovibles. El tigre me había sorprendido en una curva del camino. Si lo hubiera avistado a lo lejos habría aprovechado la oportunidad y me habría escondido en el interior de una cabaña. Pero allí estaba yo a menos de cinco metros del insaciable devorador de la jungla. Oí voces que provenían de una cabaña. Lo extraño es que estaba en el recorrido por donde el tigre había pasado y no se escucharon voces de alarma. Ya lo tenía a menos de dos metros. Cerré los ojos y me concentré para no sentir el dolor de las dentelladas que iba a recibir. Cuando más tenso estaba escuché una voz.

—¿Qué hace?

Abrí los ojos y vi que el tigre estaba junto a mí y seguía su camino. Al otro lado del camino había un anciano vestido sólo con un paño que le cubría sus partes púdicas y un turbante blanco en la cabeza. Era extremadamente delgado y su boca sólo estaba poblada por un diente inferior y una barba de chivo canosa decoraba su cara.

—¿Qué hace?

—Pues, ¿no lo ve?

—Ah, el tigre.

Yo casi me había hecho encima mis necesidades y aquel hombre se tomaba la presencia del tigre con toda naturalidad.

—No se preocupe, señor. El tigre es sonámbulo.

—¿Sonámbulo?

—Sí, señor. Así es.

Y el hombre continuó su camino.


Cuando llegué a la cabaña todavía estaba aturdido. Aquel suceso fue el susto más grande que había recibido en mi vida. Y la extraña resolución no me dejó indiferente. Me senté en la mesa y retiré todas las notas que había redactado sobre el asesinato del matrimonio fumador. Preparé unas hojas en blanco, acerqué la vela y me puse a escribir la historia del tigre sonámbulo de Malasia.


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Jordi Leal EspunyJordi Leal Espuny (Tarragona, 1972) es litógrafo y desde muy joven siente la afición por la escritura. Ha asistido a diversos talleres literarios.
En la primavera de 2009 se autopublicó un recopilatorio de relatos titulado Los Animales y compañía. Se puede encontrar su producción literaria actualizada en la siguiente dirección: http://jordileal.blogspot.com/

@ lealespu[at]gmail.com

ILUSTRACIÓN RELATO: Amur Tiger Panthera tigris altaica Eye, Por Photo (c)2007 Derek and Julie Ramsey (Ram-Man) edit by Chris_huh. (Trabajo propio (Own Picture)) [GFDL 1.2 (http://www.gnu.org/licenses/old-licenses/fdl-1.2.html) undefined Public domain], undefined.