Teresa o de nuestras
vidas
para siempre
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Rolando Revagliatti
Estaba buena,
mediana estatura, empilchaba. Urso celoso el marido, ella nos lo contaba
a nosotros, sus compañeros en la empresa. Teresa (pagos), linda piel,
bocucha. Yo andaba con mi alianza que me la dejo, que me la saco.
Me entero por Anahí (secretaria técnica) que el vulgar espécimen apellidado
Ormaechea (facturación), un muchacho, rebosaba tras haberse acostado
con Teresa. ¿Ormaechea con Teresa? ¡¿Ése?!... Ella también lucía contenta.
Venía a mi escritorio, me preguntaba por mi curso de cesación de fumar,
hacía así con los labios, sus manos depositaban sin urgencia planillas
cuyos datos yo volcaría en libros rubricados.
Esa noche dormí
pésimo. Horas después, a mediamañana, compartiendo el mate cocido,
le insinúo a Teresa que irnos a bailar por Ramos Mejía podría no ser
una propuesta a ser desestimada. Asimila e inquiere sobre la ocasión.
Al día siguiente,
a los ochenta minutos de levantarla (a un par de cuadras de la oficina)
en mi Citroen, éramos la ardiente única pareja en ese night club consternado
por el dramatismo de Olga Guillot. Y la llevé a su casa (por San Cristóbal).
Convinimos que transcurrido el inminente fin de semana, nos lanzaríamos
a un hotel.
Por poco todo se
va a la mierda: el lunes, apenas subiendo Teresa al Citroen, me avisa
que ese 404 que nos sigue está siendo conducido por su esposo. Una
maniobra espectacular, después de varias denodadas pero insuficientes,
me permite despistar al chofer de ese más potente rodado. Con lo cual
a los siete minutos penetramos ufanos a una playa de estacionamiento
cubierta, oscureli y colorinche de la avenida Segurola, y enseguida
a una habitación relativamente sobria del primer piso. Jamás había
estado tan verborrágico como en esa briosa encamada. El tercer conato
casi no culmina para mí. La vicisitud persecutoria nos había estimulado.
No me habló de Ormaechea ni de otros. No le hablé de otras ni de mi
mujer. Teresa, sabíamos, la ligaría al llegar.
Quedé confuso:
entusiasta y preocupado. Ella no se presentó el martes ni el miércoles.
Y el jueves retornó al yugo con los machuques empolvados. Con Teresa
no volví a salir, eso es muy cierto. El cadete de la empresa fue su
último affaire antes de irse de nuestras vidas para siempre.
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Rolando
Revagliatti
nació el 14 de abril de
1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina.
Libros publicados: Entre 1988 y 2008, varios de ellos a través de
los sellos Libros del Empedrado, Filofalsía, La Luna Que, Recitador
Argentino: Obras completas en verso hasta acá, De mi mayor
estigma (si mal no me equivoco); Trompifai; Fundido
Encadenado; Picado contrapicado; Tomavistas;
Propaga; Ardua; Pictórica; Desecho e izquierdo;
Sopita; Leo y escribo; Del franelero popular;
Ripio; Corona de calor (poesía); Las piezas de un
teatro (dramaturgia); Historietas del amor, Muestra
en prosa (cuentos y relatos) y El Revagliastés (antología
poética). Casi todos cuentan con ediciones electrónicas disponibles
gratuitamente en numerosas bibliotecas digitales.
Ξ
WEB:
http://www.revagliatti.com
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Ilustración
relato:
Citroen DèeSse, By Senpremì (Own work)
[CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL
(http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons.
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