La Fidela
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Jorge Durán
En el día internacional
de la mujer
dedico este cuento a todas las mujeres
que viven en el monte Santiagueño. A
mi comadre Fidela y a sus hijas.
8 de Marzo de 2007
En la boca del monte
vive la Fidela.
En lo que llaman casa. Ahí vive.
Un rancho de barro, paja y ramas.
Hace ocho meses que no llueve…
No hay hombre en el rancho. El
«Lacho», el día que sintió no poder llegar al corazón de la hachada,
se levantó oscuro, se vistió, colgó el hacha en un horcón y se sentó
a morir.
Había contado una vez en el delirio
de la fiebre que vio la muerte venir, dijo cómo era, pero esta no
llegó. Se quedó a lo lejos mirando.
Demasiadas espinas, demasiadas
vinchucas. Aquella araña… ¡Y también la yarará!...
Entonces la Fidela secó con la
mano la lágrima de la mejilla y lloró para adentro. Desde entonces
siempre lloró para adentro…
Pero ese día el hombre sí vio venir
la muerte derechito hacia él. Montaba en caballo blanco que no asentaba
las patas en el suelo, la melena larga al viento y los ojos saltones.
Rayó el caballo frente a él y lo
señaló con un dedo muy largo.
Fue cuando gritó: —¡Fidela! —y
se inclinó
a un costado.
Fue hace tiempo…
Ahora por el cañadón seco viene
la Fidela… ¡Y el vuelo sostenido de los buitres!
Cuna hace de sus brazos para llevar
su hijita al dispensario.
En el rancho quedaron tres más:
Nazaria, Esperanza y María.
¡Cuartea el suelo el calor!...
Hace ya varios meses que los pájaros
abandonaron el lugar. Las pocas aves de corral fueron muriendo una
tras otra. También la cabra, el burro…
Ahora cerquita de la Fidela los
reptiles se detienen. Quedan estáticos y luego levantan la cabeza.
Por el cañadón seco viene la Fidela…
¡Y el vuelo sostenido de los buitres!
Desde arriba del cañadón la gritan…
—¡Fidela, Fidela!
A contra luz la ve. Una mancha
negra agitando los brazos.
Cuando se juntan vienen los reproches:
—¡Pero comadre, cómo sale con este
día!, ¿y el burro?
—Nada quedó comadre, ni burro siquiera.
—¿Y las niñitas?
—En la casa...
—Pero Fidela, qué imprudencia.
Déjeme ver la ahijadita.
Calló la mujer…
Tomó a la niñita en sus brazos
y empezaron a correr…
Aún faltaba mucho para llegar al
caserío.
Cuando comprendieron todo comenzaron
a gritar. Gritaban y corrían, corrían y gritaban.
Nadie salió a ver. Como si nada…
Un pueblo fantasma…
Una sequía inusual…
Llegaron así a la puerta del dispensario,
un letrero decía:
«Cerrado por falta de médico».
El corazón golpea la garganta y
busca salirse por la boca…
Un universo de recuerdos sobrevienen
a la Fidela en un segundo: El Lacho delirando, los animales muertos,
los pájaros huyendo…
La Fidela musita: —Ni siquiera
está acristianada.
Nuevamente comienzan a gritar…
Lloran y gritan. Gritan y lloran.
En el cielo, muy alto, sin que
se escuche el ruido, un avión dejaba su estela blanca.
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Jorge
Durán.
Fundador del teatro
independiente del hombre,
director
de la puesta en escena de La mujerzuela respetuosa, de Jean-Paul
Sartre
y cofundador
de Pequeño Teatro y del teatro independiente La Avispa,
en la ciudad de Mendoza
(Argentina).
Ha
publicado en
la revista Mediterránea, de Córdoba y Voces, de Mendoza
y, también ahí, en el semanario Propósitos sobre temática teatral.
Ganador de concursos:
por su guión Al otro lado de la vía, patrocinado por jóvenes
cineastas de Córdoba y
por su cuento Marcelina, de la sociedad
mendocina de
escritores.
@
chegoliat[at]yahoo.com.ar
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Lee otro relato de este autor:
Al otro lado de la vía.
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ILUSTRACIÓN
RELATO:
White horse of Kent, By Odejea (travail personnel (own work)
and) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0
(http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
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