Minicuentos
Marcos Rodríguez
Leija
Los charcos
Llovió. No fue
una lluvia común. Cayó del cielo una ciudad mágica, una ciudad escrita
en agua, una ciudad acuarela idéntica a la que habitábamos hace mucho
tiempo. Las gotas de las nubes fueron diminutos círculos de un espejo
fragmentado que nos reflejó una cara limpia, nueva, transformada.
Los charcos de las calles proyectaron un lugar parecido al nuestro
pero no era el nuestro, aquel repleto de ruido, violencia, manchado
de hollín, poblado de gente vacía y sola. Por eso lo dejamos desolado
y nos lanzamos a los charcos antes de que se secaran, para habitar
de nuevo la vieja ciudad que un día deformamos hasta volverla inhabitable.
Amor a primera vista
El pordiosero
de la cuadra se paraba frente a la boutique de trajes nupciales.
Le gustaba contemplar a través del aparador a una figura esbelta,
de fino rostro. Para él no había mujer que la igualara. Era lo que
siempre había soñado.
La gente lo veía
como a un loco peligroso cada vez que recitaba versos de Neruda, pero
poco le importaba que el dueño del local lo corriera a puntapiés o
llamara a la Delegación de Policía para que lo apresaran.
Nada impedía que
el menesteroso volviera al escaparate, donde un maniquí de figura
femenina aparentaba mirarlo y conmoverse ante cada palabra de amor
pronunciada:
«Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca...». 1
Aquel hombre barbado
y harapiento un día no pudo resistir más. Tomó una piedra y rompió
el cristal de la boutique. El propietario de la tienda y quienes
caminaban cerca del lugar quedaron asombrados, inmóviles, al ver que
una mujer corría alegre, vestida de novia, tomada de la mano del pordiosero
de la cuadra.
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1 Me gusta cuando callas... (fragmento), de Pablo
Neruda.
Personalidad
Se horrorizó al
verse ante el espejo y cambió cada detalle de su cuerpo. Después de
varias cirugías observó de nuevo aquel reflejo pero la impresión fue
peor: su repugnancia era irremediable.
Adicto
Aquella noche
salí rumbo a la Iglesia, dispuesto a dejar mi adicción. Quería cambiar,
que mi vida tuviera sentido. Pero me di cuenta que no tenía otra manera
de ser más que esa. Y sin pensarlo dos veces, hendí el cuchillo en
el cuello de una dama noctámbula y bebí su sangre hasta el hartazgo.
Teletransportación
En el sueño, siempre
rememoraba cuando era un niño que dormía la siesta bajo un nogal frondoso,
donde soñaba que de grande sería el inventor de un aparato capaz de
transportar a las personas a través del tiempo.
Por eso, al despertar
volvía a cerrar los ojos para ver si aquella máquina en la que se
encontraba, al igual que el niño que veía a lo lejos, dormido bajo
un nogal frondoso, sólo eran parte de su sueño.
Escalofriante
—Vendré por ti
—le dijo el abuelo antes de morir.
Pasó un año y
al agonizar mi abuela susurró: —Está aquí.
El viejo cumplió
lo prometido. Yo fui quien le abrió la puerta.
Un hombre desalmado
De niño fue el más terrible en
la pandilla del barrio. En la familia, se ganó el título de «oveja
negra» durante la adolescencia. Los estudios jamás le agradaron, mucho
menos trabajar. Prefirió ganar el dinero fácil. Se hizo de amigos
que le enseñaron a matar. Al cumplir los cuarenta años se había convertido
en el hombre más desalmado y perseguido por las autoridades de investigación
criminal. Se volvió pendenciero a tal grado que asesinó a sus cómplices
de crímenes y asaltos. Ya ningún cabecilla de las bandas y pandillas
del bajo mundo quisieron tener nexos con él. En su familia, hacía
mucho tiempo que lo habían dejado de considerar parte de los de su
sangre. Quedó tan solo en el mundo, y absolutamente nadie lo quería
que, una noche, al encontrarse oculto en su madriguera, sentado sobre
la cama, vio de frente su sombra reflejada en la pared, y ésta, avergonzada,
se levantó y se marchó por la ventana para siempre.
Enigmas
Primero surgió
la fascinación por el fuego. Después, el enigma de los sueños. Siguió
el qué habrá al otro lado de los mares y los fenicios se aventuraron
a cruzarlos. Muchos dudaron que la Tierra fuera redonda pero finalmente
mataron sus dudas gracias a Copérnico. Después llegó la pregunta:
¿habrá vida en otros planetas?
En 1964, Yuri Gagarin pisó la Luna.
Viajar más allá del Sol fue el sueño del hombre sólo ayer, cuando
al fin hicieron el más absurdo descubrimiento, el que de cualquier
forma inscribieron en su ilusa historia de hazañas. Se dieron cuenta
que todos eran millones de locos escenificando un gran melodrama.
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MARCOS RODRÍGUEZ LEIJA,
(Nuevo Laredo, Tam. -
México; 1973). Escritor y periodista. Premio Nacional de Periodismo
e Información 2000-2001 en Crónica en Medios Impresos. Autor de
Minificciones (cuentos, IMC, 2002) y Pandemónium (cuentos,
ITCA, 2001). Colaborador de revistas mexicanas y extranjeras como
Tierra Adentro, El Universo de El Búho, Crítica,
Baquiana, Casa del Tiempo y Sable, entre otras.
vladtepes333[at]yahoo.com.mx
ILUSTRACIÓN RELATO:
Fotografía por
António Amen (http://www.amen.no.sapo.pt)
- (Ver
muestra en Almiar)
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