Volver al índice de la Biblioteca

Página principal

Música en Margen Cero

Poesía

Pintura y arte digital

Fotografía

Artículos y reportajes

Radio independiente

¿Cómo publicar en Margen Cero?

Contactar con la redacción

Síguenos en Facebook







Minicuentos
Marcos Rodríguez Leija



Los charcos


Llovió. No fue una lluvia común. Cayó del cielo una ciudad mágica, una ciudad escrita en agua, una ciudad acuarela idéntica a la que habitábamos hace mucho tiempo. Las gotas de las nubes fueron diminutos círculos de un espejo fragmentado que nos reflejó una cara limpia, nueva, transformada. Los charcos de las calles proyectaron un lugar parecido al nuestro pero no era el nuestro, aquel repleto de ruido, violencia, manchado de hollín, poblado de gente vacía y sola. Por eso lo dejamos desolado y nos lanzamos a los charcos antes de que se secaran, para habitar de nuevo la vieja ciudad que un día deformamos hasta volverla inhabitable.

Amor a primera vista



El pordiosero de la cuadra se paraba frente a la boutique de trajes nupciales. Le gustaba contemplar a través del aparador a una figura esbelta, de fino rostro. Para él no había mujer que la igualara. Era lo que siempre había soñado.

La gente lo veía como a un loco peligroso cada vez que recitaba versos de Neruda, pero poco le importaba que el dueño del local lo corriera a puntapiés o llamara a la Delegación de Policía para que lo apresaran.

Nada impedía que el menesteroso volviera al escaparate, donde un maniquí de figura femenina aparentaba mirarlo y conmoverse ante cada palabra de amor pronunciada:

«Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca...». 1

Aquel hombre barbado y harapiento un día no pudo resistir más. Tomó una piedra y rompió el cristal de la boutique. El propietario de la tienda y quienes caminaban cerca del lugar quedaron asombrados, inmóviles, al ver que una mujer corría alegre, vestida de novia, tomada de la mano del pordiosero de la cuadra.

_________________
1 Me gusta cuando callas... (fragmento), de Pablo Neruda.


Personalidad

Se horrorizó al verse ante el espejo y cambió cada detalle de su cuerpo. Después de varias cirugías observó de nuevo aquel reflejo pero la impresión fue peor: su repugnancia era irremediable.


Adicto

Aquella noche salí rumbo a la Iglesia, dispuesto a dejar mi adicción. Quería cambiar, que mi vida tuviera sentido. Pero me di cuenta que no tenía otra manera de ser más que esa. Y sin pensarlo dos veces, hendí el cuchillo en el cuello de una dama noctámbula y bebí su sangre hasta el hartazgo.


Teletransportación

En el sueño, siempre rememoraba cuando era un niño que dormía la siesta bajo un nogal frondoso, donde soñaba que de grande sería el inventor de un aparato capaz de transportar a las personas a través del tiempo.

Por eso, al despertar volvía a cerrar los ojos para ver si aquella máquina en la que se encontraba, al igual que el niño que veía a lo lejos, dormido bajo un nogal frondoso, sólo eran parte de su sueño.


Escalofriante


—Vendré por ti —le dijo el abuelo antes de morir.

Pasó un año y al agonizar mi abuela susurró: —Está aquí.

El viejo cumplió lo prometido. Yo fui quien le abrió la puerta.


Un hombre desalmado

De niño fue el más terrible en la pandilla del barrio. En la familia, se ganó el título de «oveja negra» durante la adolescencia. Los estudios jamás le agradaron, mucho menos trabajar. Prefirió ganar el dinero fácil. Se hizo de amigos que le enseñaron a matar. Al cumplir los cuarenta años se había convertido en el hombre más desalmado y perseguido por las autoridades de investigación criminal. Se volvió pendenciero a tal grado que asesinó a sus cómplices de crímenes y asaltos. Ya ningún cabecilla de las bandas y pandillas del bajo mundo quisieron tener nexos con él. En su familia, hacía mucho tiempo que lo habían dejado de considerar parte de los de su sangre. Quedó tan solo en el mundo, y absolutamente nadie lo quería que, una noche, al encontrarse oculto en su madriguera, sentado sobre la cama, vio de frente su sombra reflejada en la pared, y ésta, avergonzada, se levantó y se marchó por la ventana para siempre.


Enigmas

Primero surgió la fascinación por el fuego. Después, el enigma de los sueños. Siguió el qué habrá al otro lado de los mares y los fenicios se aventuraron a cruzarlos. Muchos dudaron que la Tierra fuera redonda pero finalmente mataron sus dudas gracias a Copérnico. Después llegó la pregunta: ¿habrá vida en otros planetas?

En 1964, Yuri Gagarin pisó la Luna. Viajar más allá del Sol fue el sueño del hombre sólo ayer, cuando al fin hicieron el más absurdo descubrimiento, el que de cualquier forma inscribieron en su ilusa historia de hazañas. Se dieron cuenta que todos eran millones de locos escenificando un gran melodrama.


_______________________
MARCOS RODRÍGUEZ LEIJA, (Nuevo Laredo, Tam. - México; 1973). Escritor y periodista. Premio Nacional de Periodismo e Información 2000-2001 en Crónica en Medios Impresos. Autor de Minificciones (cuentos, IMC, 2002) y Pandemónium (cuentos, ITCA, 2001). Colaborador de revistas mexicanas y extranjeras como Tierra Adentro, El Universo de El Búho, Crítica, Baquiana, Casa del Tiempo y Sable, entre otras.
vladtepes333[at]yahoo.com.mx

ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por António Amen (http://www.amen.no.sapo.pt) - (Ver muestra en Almiar)