Índice de artículos y reportajes

Relatos

Música en Margen Cero

Poesía

Pintura y arte digital

Fotografía

¿Cómo publicar en Margen Cero?

Contactar con la redacción

Síguenos en Facebook

Página principal






Virgen manchada
Roxana Heise


Soy una sombra que te sigue en medio de la noche más triste de todas las noches. Te veo, abrazada a la lejanía de algún amor perverso, mientras los filamentos de una luz tímida te desfiguran el rostro y sólo permiten ver tus piernas a contraluz. Tus medias son telarañas que amarran los segundos de una conversación alborotada en un recóndito bar, en donde aseguraste que me amabas sólo por martirio, como si existiera hombre capaz de soportarlo. Sin embargo ahora, seguimos danzando alrededor de nuestros sueños, yo complaciente, tú enredada en tu propio tul de viuda negra, mientras el bus pretende llevarte a la pequeña ciudad que te vio nacer, en donde dejaste legados de soledad sólo por emprender el vuelo. Que no quieres ataduras, yo tampoco las quiero, las ataduras son la soga que oprime la carótida del tiempo, mientras el reloj del viejo murallón gastado, anuncia que es hora de la misa.

Peinas tu cabello y perfumas tu cuello de diosa juvenil, luego te diriges al lugar donde espías tus culpas. La hora de la confesión te hará libre para seguir los pasos de tu tiempo, escrito en tinta china en el libro del destino. Si alguna vez quieres llorar, será este el momento, no digas después que no te lo advertí. Más tarde, cuando los niños duerman y las rameras salgan a sus puestos de trabajo, descorrerás tu velo de virgen manchada y estarán cada uno de ellos, que finalmente no es ninguno, profanando tu cuerpo, sólo por costumbre.

Ramera, si una fama rodaste por los suelos no es la de amarme. Al contrario, no puedo decir que me hubieras hecho un bien con redimirme de mis tristezas, pues sigo meditando en este arrinconado muro de los lamentos, y recordándolo todo, como si el tiempo pudiera enmendar su rumbo.

Te conocí en el bar, aquella noche de las mil y una penitencia, agachado en el fondo de mi mismo, sintiéndome un niño expiando culpas ajenas. Sonreíste seductora y algo en mí resplandeció por primera vez; sería el asombro perdido, en un mundo igualmente perdido para mí. Eras una niña, parecías mayor, pero los quince años siempre han sido poca cosa. Luego una sonrisa y un trago, al que estabas acostumbrada. Te dije que no, que sólo quería hablar con el mundo desde el mundo y reíste de una forma alocada que me hizo feliz, al saber que aún disfrutabas de la vida. Un cliente se acercó ofreciéndote una buena paga, lo rechazaste, argumentando que no estabas disponible, y el timbre de tu voz pegó justo en mi sexo hasta entonces adormecido. Al momento de marcharme, el resplandor de tus ojos dijo que me deseabas. Por más que intenté evitarlo, corriste tras de mí aquella noche, acompañándome por cada uno de los pasadizos que me vieron pasar. Me atrapaste; tu telaraña me envolvió con decisión y no pude contenerme. Jamás pensé hacer el amor con una mujer-niña, en un oscuro rincón de la ciudad. Supuse que aceptarías dinero, pero escapaste llorando sin que pudiera alcanzarte para pedirte perdón. Fuiste tú quien me buscó nuevamente hasta dar con mi habitación, en donde supliqué una y otra vez que te alejaras, pero mis ruegos fueron inútiles, ante la débil voluntad que me impuso la tentación de tenerte nuevamente.

Pequeña, llevo años aconsejándote que te vayas para siempre y regreses al hogar. He insistido en que este no es sitio para ti. Todo el mundo tiene en su índice una gota de tinta para marcar tu frente y mancillar tu nombre. Ahora pido a Dios que me perdone, por haber pretendido escapar contigo a un lejano rincón del mundo, y dejarte relegada para siempre en el Libro No sagrado de mi vida.

Te veo frente a la ventanilla del bus camino a casa y un nudo de amarguras me oprime la garganta. Estarás pensativa, con cara de viaje inacabado, soñando tal vez con el momento de besar a tu madre. Ella abrirá los brazos, las madres siempre perdonan. Te veo casi llorando, por todo lo que has perdido y no podrás recuperar. Yo he quedado yermo ahora, pero mi vida continúa. Camino hacia mi puesto de trabajo y alguien me pregunta algo que no comprendo, mientras sigo mi ritual de un modo casi automático.

Los feligreses son siempre los mismos. La capilla luce llena de flores y el olor de las velas presagia que has partido. El coro canta en la tierra, en el cielo un ángel sin luz pide por mi alma. Rezo en secreto, esperando que estés en donde debes. Luego cojo mi biblia y elevo la palabra de Dios hacia lo alto. Diez años de sacerdocio han marcado mi vida, como la calle y el vicio marcaron la tuya.

Vivo en secreto el purgatorio de la pasión mundana y el amor hacia un Dios eterno. Habrá quien repare en mi mirada de huérfano del mundo y no hará comentarios, sólo para ofender a la santa madre iglesia.

De rodillas, pido a Dios que me perdone, en medio de las miles de voluntades que también tienen su historia y buscan perdón, como un niño busca el abrigo de una madre.

Más tranquilo ya, por no verte descorrer el velo y guiñarme el ojo desde la primera fila, me dispongo a repartir las hostias a cada uno de los fieles previamente confesados. Uno tras otro, sin reparar en sus rostros repetidos de domingo, ni cuestionar un ápice mi paso por la iglesia.

Casi a punto de terminar, con las manos algo temblorosas por el insomnio de los últimos días, apareces frente a mí, con aquel tul de araña negra manchada de sexo nocturno, tul que descorres como si yo fuera el novio de la muerte y estuviese a punto de ser condenado. Pongo una hostia en tu boca mientras oprimo los dientes y ruego a Dios me dé el valor, para continuar la misa.


_____________________
ROXANA HEISE (Chile, 1964) escribe poesía, cuento y novela. Sus textos han sido incluidos en las revistas Escribir y Publicar, de Editorial Salvat, Repertorio Latinoamericano y Los Noveles, entre otras. Su novela Frenético sosiego fue publicada en Internet por Cyberletras.com. En 2001 obtuvo mención de honor en el Concurso de Cuentos Breves Alfred Hitchcock y también forma parte de la antología de nuevos cuentistas hispanos Los magos del cuento. En 2002 su libro Imágenes prosaicas fue editado por Ediciones El Salvaje Refinado. Virgen manchada pertenece a su nueva obra DES-ATADOS, cuentos del desamor.
roxanaheise(a)vtr.net


Otros relatos de esta autora, en Margen Cero: Conquista | Por mera casualidad |
Selección de hiperbreves.

ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por Pedro M. Martínez ©