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Lo que es la vida
Javier Rosseta

Enma quiere a Pablo. Pablo no quiere a Enma, pero esto en realidad importa poco. A Enma le gustan los atardeceres en que columnas de nubes se sonrojan en el horizonte, como el de esta tarde. A Pablo no le disgustan pero prefiere un manto lechoso de nubes bajas, como el de esta mañana. Las diferencias son nimias, y no merece la pena discutir por eso, además los dos han tenido suerte y se han encontrado con un día a su medida.

Enma fuma como una chimenea, está agotada y nerviosa, tal vez más agotada que nerviosa, piensa en tonterías pero hay un run run en su cabeza que le pesa más de lo que quisiera, yo creo que va a empezar a llorar.

Efectivamente, se pone a llorar. Se pregunta dónde estuvo el desvío que pudo hacer cambiar el rumbo de las cosas, como pudo dejarlo pasar. Al cabo de tres cigarros y dos kleenex, comprende que su vida ha sido una línea recta, directa y sin afluentes que la ha puesto frente a sí misma. Hoy es exactamente lo mismo que su hermano hace años le había dicho que iba a ser, una idiota.

Pablo está en el suelo inmóvil y con los ojos abiertos. Tiene la cabeza para pensar en pocas cosas, le puede el sueño, la ansiedad y la taquicardia. Ha estado a punto de dejar a Enma. Pensó en una huida sigilosa y rápida, pero al no decidirse por ningún lugar en concreto, el futuro le atrapó antes de que pudiera decir ni mú. Comienza a tener convulsiones, creo que se va a morir.

Los dos han planeado «la solución» durante toda la semana; un suicidio colectivo, en este caso de tres, ellos dos y el perro, ya que sería una crueldad dejar a Adán solo para siempre, además seguramente al verse sin comida acabaría por comérselos a ellos. Han comprado tranquilizantes para dormir una manada de elefantes. Lo tienen claro nada de sangre, quieren morir tal y como vivieron, casi sin tocarse, casi sin hacerse daño.

La secuencia de los hechos es clara, el último el perro; le meterán las pastillas en la comida que ya tiene en el cuenco, temen que si lo hacen todos a la vez Adán pueda morir primero, y sufrir gratuitamente está de más. Después ellos se las tomaran al mismo tiempo.

Pablo, ha sido el primero, ha roto el pacto, ha entrado en el salón y delante de Enma se ha tomado creo que veintiún pastillas; a ella en verdad no le ha importado mucho, sabe que sin él su vida carece de sentido, sería como una bolsa gigante de basura más dentro del gran estercolero que es su existencia. Se levanta coge sus pastillas y no duda.

Suena un teléfono, Enma lo coge, es la muerte; llama para decir que hoy hay mucho trabajo debido a un choque múltiple en la autovía, así que no cuenten con ella, va a mandar un emisario para que cojan cita para otro día, Enma cree que delira y cierra los ojos.

Un timbre golpea su cabeza, es su hermano que llama a una enfermera, junto a ella otra cama en la que está Pablo. En medio de los dos la foto de su nueva perra, se llamará Eva. Piensa en Adán y le jode no haberlo enseñado nunca a coger el teléfono.


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Contactar con el autor: javicieza[at]hotmail.com

ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por Toni López (Accésit en la 2.ª Muestra de Fotografía ALMIAR - 2003).