

Sir Bertrand Russell, mi maestro, enojado conmigo
por
Marcos Winocur
Usted por aquí, me dijo emergiendo su tenue figura de la niebla londinense; qué bueno, le invito un té y platicamos. Sir Bertrand Russell echó una mirada a su reloj, justo a tiempo, son las 4:45. No puedo, rápidamente dije, cortando su gesto de tomarme por el brazo. Tengo un compromiso. ¡Ay, estos jóvenes de hoy, siempre con prisa...! A menos que su cita sea de amor, me guiñó el ojo; en ese caso reconozco carecer de armas para retenerlo.
Y sin decir más, sir Bertrand Russell regresó a la niebla. Noté, cuando ya estaba de espaldas, que su figura vacilaba. Casi corrí a decirle ¡voy con usted! Pero me contuve. Y apreté el paso. Puntual, a las 5 h crucé la entrada del British Museum. Tras el mostrador de la biblioteca, una taza de té en una mano y el platillo en la otra, la amable viejita de siempre atendía a la hora de siempre mi pedido de siempre:
—Por favor, las Obras
escogidas de sir Bertrand Russell.
Esa noche me acosté y casi no pude dormir. Tenía la niebla londinense en la garganta. A la mañana siguiente ya a las 9 telefoneaba a casa de mi maestro. Ocupado, ocupado... imposible comunicarse. Dejé entonces el protocolo de lado y marché por él; me disculparía, intentando, en caso de no recibirme, concertar una cita a través de su secretario. Bajé del bus frente a su casa... una multitud a la puerta. ¿Qué pasaba? ¡Sir Bertrand Russell había muerto la noche anterior!
Me abrí paso hasta el féretro. Allí estaba mi maestro. Te esperaba, me dijo desde la ceniza de su rostro, desde su cuerpo más tenue que nunca, desde esa paradoja de su ausencia. Amas más los libros que la vida, has preferido la obra al autor, la letra a la carne... aquí tienes las consecuencias: debía decirte algo, era importante, lo he olvidado; no esperarás que en estas condiciones guarde buena memoria.
E incorregible insistí:
—¡Sir Bertrand Russell, sir Bertrand Russell!, le ruego, ese mensaje para mí, ¿podré encontrarlo en uno de sus libros?
Yo estaba de pie junto al féretro y me sentí envuelto por una expresión final de fastidio. Mi maestro no quería saber más conmigo.
Me fui.
Y cuando alguna vez voy a una biblioteca, invariablemente pido:
—Las Obras completas de sir Bertrand Russell, por favor.
_________________
Marcos
Winocur,
es un autor argentino nacido en Córdoba, reside actualmente en
Puebla, México, y le gusta definirse como
argenmex, mestizo
cultural en donde convergen raíces, filosofías y afectos de ambas
naciones. Es doctor en Historia y fue alumno de Braudel, Vilar
y Romano (EPHE).
@ Contactar con
el autor:
marcoswinocur[at]yahoo.com.mx