Pablo G. Fernández

Colina de los chopos
(a la Residencia de Estudiantes de Madrid)



Cumplí todos mis propósitos,
cumplí las exigencias que me impuse
al ir en tu busca, ¡oh Federico!,
allá a la Residencia de Estudiantes
y al encuentro con Luis,
tu amigo, Federico, Luis Cernuda.
Están en las vitrinas sus obras
manuscritas, sus versos de poeta
puro en la pared, tan blanca,
sus poemas desplegados como alas
de amor con sus fotos que hablan
de su pasión inmensa por el mar,
por las playas, tendido al sol.
Con su pipa en la mano,
rodeado de amigos fraternales
por lugares del llanto y del exilio.
Recorrí los pabellones de ladrillo,
donde moran los eternos estudiantes,
paseé por aquellos jardincillos.
Me senté en el banco de piedra
donde tantas veces os juntabais
los amigos, en aquella frescura
de la llamada colina de los chopos
con su canalillo de agua fresca
atravesando el jardín residencial,
para después bajar yo a ese Madrid
bullicioso que tanto recorristeis.


Mansedumbre
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Un día puede llegar a ser un año
y un año los segundos que restan
para arañar el fondo,
para arañar tu alma.
Así me notarás,
prolongándome hasta tu oído
imperceptible, batiendo el aire
y quebrantando las ondas doloridas.
¿Cómo no separar un poco de tu tiempo
insatisfecho, si ese tiempo ha detenido
el placer, la sombra y tu silencio?
¿Cómo no socavar la dura piedra
y las caricias, aunque con ello arriesgue
mi sempiterna mansedumbre?



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ILUSTRACIÓN: Residencia de Estudiantes, By Ketamino (Own work)
[GFDL or CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0], via Wikimedia Commons



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