ALMIAR

Margen Cero

Biblioteca de poemas - n.º 28
1.ª época (junio-julio de 2006)
Selección: Antonio Alfeca



JOSÉ ROMERO P. SEGUÍN
Al cruzar la calle


Confiscaré en ti todas mis heridas,
te dejaré sola en medio
del verde trigal del sueño que fuimos,
para que no vuelvas a enfermar de pena
ni yo de arrepentimiento.

Para que tu risa vuelva a ser
la marea de todos los días,
la de los pares y también la de los impares.

Porque sin ella el mar se detiene
al cruzar la calle,
al caer por la ventana,
al traspasar la puerta.

Porque sin ella los relojes
adquieren sentido,
y las horas todo el poder.

Has de volver a ser,
aun lejos de mí,
porque tu ser es vital,
como mi pena;
mi pena y tu ser,
aun así mereció la pena:
¿no crees?

Incluso ahora que he vuelto
resuelto a confiscar en ti mis heridas,
siento que volvería hacerlo,
que volvería a amarte,
sin cambiar ni una coma,
de las tantas de este poema
de despedida.



El último nombre
de la ausencia

Cumplida aquí nuestra presencia,
las manos se nos llenan
de delirantes y convulsas sombras,
reflejos de trabajos y orígenes remotos.
Oscuros dibujos de cabalísticos presagios,
tatúan para un suspiro,
el magnánimo espejismo
de esa metafórica alma que se aleja
de donde nunca estuvo.
En el pecho,
el corazón exhala el milenario grito
de tan atávico ritual.
Cuántos son los que han muerto,
pues en tantos, imperecedero e invariable
el destructor alarido
que rige sin misterio los destinos del universo.
El rostro se marchita para siempre
en la melancólica catarata de tristeza
que opaca los ojos,
a la par que se acalla todo rumor
en nuestra entrañas,
para que el sepulcral silencio
dicte por terceras bocas,
su implacable sentencia,
¡muerto es!
Le llamamos muerte
al hecho en sí de ausentarnos,
y nos da tanto miedo y tanta pena,
que nos pasamos la vida ausentes
por la angustia
de tener un día que ausentarnos.
Morir, sería una magnífica disculpa
de la culpa de no vivir,
si no fuese un imposible
pensar en huir de esta culpa sin culpa
ni disculpa, que nos culpa a vivir.
Y es por ello
que hemos inventado la muerte
con la que equivocar
accesibles y cercanas calles,
estancias y corazones,
con lejanos y herméticos universos,
para tener así la esperanza
de que un día nos morimos,
aún sabiendo
que la muerte es sólo una forma más
de ausentarse,
de estar ausentes.
Otras serán entonces las realidades,
otras las conciencias.
Pero eso a quién le importa,
si no morimos, ¿qué somos?,
si sólo nos ausentamos
¿de qué estamos hechos?.
Si en verdad sólo estamos ausentes
¿cuándo volveremos a ser
eso que ahora somos?
¿Si somos irremediablemente eternos
de qué vale la eternidad
que con tanto desatino y trabajo
hemos ido forjando
a la sombra de nuestras esenciales miserias?
Hemos de morir, aún sólo en el vano
acto de formular tal deseo,
para que sea
en nuestro débil ánimo,
definitiva la ausencia,
esencial la memoria
y posible el consuelo.


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Contactar con el autor: japseguin[at]hotmail.com

Info Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©



Sumario del presente número de Mar de Poesías:

Adolfo Marchena Alejandro Millán Alfredo Vaeza Ángeles Bernárdez Ángeles Yagüe Antonio Pérez Morte Beckett (Mario Blacutt) Carlos Llontop Daniel A. Gómez Dheimar Pericón Javier Aguirre José A. Soria José Romero P. Seguín Juan J. Soto Manuel Parra Marcos Arcaya Marijosé Pérez-Lezama Mili Valdés Nora Nani Pedro A. Estrada Raúl Márquez Teresa Palazzo Yanina Magrini







Separata publicada con el n.º 28 de la Revista Almiar - junio/julio de 2006 -
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