Dejando transcurrir la hora eterna
que os otorgue hablar con vosotros mismos
un instante, un solo instante,
para escuchar vuestra propia voz
un solo instante,
como cortarse las venas
para sentir la muerte,
para ver esa luz al final del túnel
y retornar justo a tiempo
de que vuestra amada
regrese a casa y os encuentre
tirados sobre un charco de sangre.
En ese momento preciso sentiros
seguros de algo, de que la vida
es una pincelada sobre un lienzo,
un verso sobre un papel en blanco,
un escorzo de la Capilla Sixtina,
un ahora que puede convertirse
en un siempre, una duda que puede
convertirse en una certeza.
Y en vez de eso, en vez de parad,
por una vez, por un segundo,
y romper todos los relojes de la casa,
deteniendo el tiempo que nos consume,
miráis hacia otra parte, hacia un televisor
que emite programas donde los ricos
se ríen de los pobres y los pobres
aceptan su pobreza.
La sonrisa
de un enfermo
De un enfermo de amor o de odio u olvido,
un enfermo de esperanza que nunca llega,
de hombre que espera a que la sirena de la fábrica
anuncie que la jornada ha concluido o la mujer
que aguarda en casa a que su hombre borracho
derribe la puerta de un puntapié y pida la cena.
La escena de cualquier película de cine independiente,
los hospitales repletos de cimientos oxidados,
las lacerantes espuelas de los jinetes contra
los lomos de los caballos. Los prados aún son verdes.
Los domingos, esos días detestados, donde las familias
acicalan a los niños y las cestas rebosan de panecillos
y mermeladas y frutas y bocadillos de embutido.
Todo puede parecer rutina si hacemos que la rutina
nos convierta en un papel y nos cobije en una botella.
Arrojados a la mar con un corcho lacrado tal vez el agua
nos perfore y desgaste la tinta borrando la nota escrita.
O lleguemos a una isla desierta donde nadie nos encuentre.
Tal vez en las ciudades donde nos cruzamos con millones
de habitantes tampoco nadie nos encuentra. Los rostros
se diferencian de los rostros en la indiferencia de los rostros.
Sin embargo, las miradas esconden los templos guardianes
protectores que ningún arqueólogo encontrará jamás.
La sonrisa de un enfermo se difumina cuando los visitantes
abandonan la habitación dejando sobre la mesilla una caja
de bombones y unas revistas de moda ¿Qué queda después
de todo esto? Uno sabe que está solo y que le acompaña
el silencio opaco de la noche. Escuchar las sirenas de la policía
es imaginar que al otro lado de la ventana hay vida.
Aunque sea una vida de muerte y complacencia.
Pero se supone que vale la pena cruzar la puerta y comprobarlo.
Que exista un lugar en el mundo que contenga tantas palabras
con tantos significados como el más extenso código del silencio.
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ADOLFO MARCHENA nace en Vitoria (Alava)
en 1967. Su pronta incursión en el campo editorial le lleva al consejo
de redacción de la revista Portada (ya extinta), en el año 1984,
donde publica su primer relato. Codirector de la revista Amilamia
durante tres años, junto a José Luis Pasarín Aristi, funda y dirige
entre los años 1996 y 1997 la revista Factorum, bajo el auspicio
de la editorial Bassarai. Asimismo se encuentra entre los fundadores
de dicha editorial, dirigida por Kepa Murua, que abandona en 1997, después
de colaborar como selector de obras (poesía y novela), tras su marcha
a Plasencia (Cáceres). Ha publicado en numerosas revistas del estado
y del extranjero, publicando desde poesía hasta relato y ensayo (Turia,
Los Cuadernos del Matemático, Rio Arga, Ficciones, etc.). En Plasencia
reside desde 1997 hasta finales de 1999, donde dirige los programas
radiofónicos Tocando el viento (Radio Plasencia Centro) y
Peleando a la contra (SER Plasencia). Coordinando diversas aulas
de escritura creativa, entre otros, dentro de Proyecto Hombre, para
quienes diseña su revista Paso a paso. Su poesía ha sido traducida
al alemán, al francés y al árabe. Ha colaborado en numerosos congresos
como ponente, el último en Andalucia (Henry Miller y el París de los
30), organizado actividades para niños y ofreciendo lecturas poéticas.
En el 2002 se retira de la actividad para dedicarse de lleno a su propia
creación regresando de nuevo en el 2005 donde de nuevo vuelven a publicarle
en varias revistas como Cuadernos del Matemático o Río Arga
y quedando finalista en un certamen literario en Ciudad Real. Actualmente
trabaja en las letras. También ha desarrollado una labor en el campo
de la pintura, con obras en acrílico mixto, exponiendo en salas de Vitoria,
Lejona, Amurrrio, Llodio y Plasencia.
LIBROS PUBLICADOS Y ANTOLOGÍAS
Relatario (talleres de creación literaria), Fuentetaja, Madrid,
1992.
Cartapacios de Lucerna (poesía), AA. VV., Ediciones Libertarias/Prodhufi,
Madrid, 1992.
Proteo: el yo posible (poesía), Colección El Árbol Espiral,
Ediciones El Sornabique. Salamanca, 1999.
Voces del Extremo (IV) Poesía y Utopía. AA. VV.
Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer (Huelva), 2002.
Asilo (Antología de poetas) (poesía), Ediciones Sin Retorno.
Barcelona. 1999.
REVISTAS
Desde sus comienzos ha publicado en revistas como Portada, El Ateneo
del Norte, Haritza, Magnolia, Río Arga (en sucesivos números),
Océano, Píntalo de verde, A mano, Palimpsestos, Hojas nuevas, Los
Cuadernos del Sornabique, El vendedor de pararrayos, Hielo Negro, Parásito,
Escribir y Publicar, Amilamia, La Mosca Urbana, Cubito Negro, Poemash,
El vendedor de pararrayos, Pornócrates, Turia, Ficciones, Cáscara Amarga,
La vieja Factoria, Nemetón, Ráfagas, Mono Gráfico, Calicanto, La Botica,
Drosophila literaturzeitscrif der Uni Bielefeld, etc. Del mismo
modo ha colaborado en prensa escrita.
http://www.lacoctelera.com/marchenaescritor
Contactar con el autor: adomarchena[at]terra.es
Ilustración poemas: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©