Hacedme casto... pero aún no.
San Agustín (Confesiones)
Aprendí la virtud de mi madre, pero de
los lobos a mentir como un sofista para ganar en el amor y en la tierra.
Imaginé todo sobre lo inmoral y caminé sin Dios por mis propios senderos.
Quise morir con la dignidad del romano cortándome las venas en un baño
caliente y hasta besé a una mujer viuda para ganarme un pedazo de tierra
donde morir, pero nada me salió bien ni me hizo feliz.
Con historias de ficción iluminé mi existencia y todos fueron engañados
pero a nadie le creí sus gestos de amistad y afecto.
Fui un hombre solo que fié mi prestigio a los ardores de la lengua, sin
humor y sin ataduras convencionales.
Morir no me hace gracia, ni reencarnar, ni llegar al cielo.
Libres hasta
de nosotros mismos
Te he
dicho cosas horribles que te hieren toda, desde los huesos hasta la dignidad,
y resistes sin morir porque eres joven y te faltan historias de amor por
escuchar.
Mis argumentos son que todo pasa porque el destino tiene sus hilos y la
silueta del barco sus rutas en el mar.
En la noche mientras duermes el mundo se convulsiona con la tragedia y
el amor agrio.
Y cuando parece que ya nada tiene solución y la tristeza nos mata, del
cielo llueven pedazos de hielo como lágrimas de Dios para animar.
Soy huraño porque no resisto el dolor de estar atrapado en las costumbres
del amor, en la tibia tristeza cotidiana de unos besos, en la ruta que
señalan los destinos bendecidos por los hombres, por gente que no sabe
y no entiende que nada es para siempre, que siempre es bueno un pedazo
de confusión para soñar.
El árbol
de mil errores
Dice José Asunción Silva que los poetas
se dejan crecer la barba para ocultar el silencio de su amor prohibido,
y tal vez claro, para ocultar el rictus de la amargura que le depara su
destino.
Dice Aurora, que los poetas no pueden amar a una sola mujer porque se
les cae el pelo, se les anega el alma y se vuelven sardónicos hasta roncando
y pueden caer en el vicio arcano de la masturbación.
Dicen que dije, que el amor produce cáncer literario en los poetas de
nuestro tiempo, pero que he escrito tanta poesía prohibida que ya no se
puede ocultar mi amargo encanto por los poemas ridículos y las mujeres
de otros.
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MARCO
ANTONIO VALENCIA CALLE. (Popayán,
1967). Licenciado en Literatura Lengua Española, especialista en Pedagogía
de la Lectura y Escritura de la Universidad del Cauca. Poeta y periodista
cultural.
Reconocimientos: 2.º Puesto en el
Premio Iberoamericano de Poesía «Pablo Neruda 100 años» Temuco - Chile
(2004); 2.º Puesto en el III Premio Nacional de Poesía «Carlos Héctor
Trejos» Riosucio, Caldas (2004); Premio Nacional de Poesía Sin Banderas,
Descanse en Paz la Guerra, Casa Silva 2003; Premio Nacional de poesía
Ciudad de Chiquinquirá (2000).
Publicaciones: Los versos de la
iguana (3.ª edición) 2005; La segunda piel (2003); Oscuro
por claritas (novela), Editorial Trueque, 2002; 14 Crónicas,
editado por Fundemos, 2000; Gira SOL herido (poesía), 1999;
Tres amadas cosas (poesía), 1991; Sentimientos de amor (poesía),
1990.
Columnista de la página web www.ciudadblanca.com,
www.depasto.com. Diario del Sur, De Pasto, El Liberal, De Popayán.
CONTACTAR CON EL AUTOR: valenciacalle[at]hotmail.com
Ilustración poemas:
Infrared 02414-bolu-po by Nevit
Dilmen (talk)
- Own work. Licensed under
CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.
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