
La soledad de la gata
Relato por Pedro M. Martínez y vídeo con la lectura del texto en Ràdio Kanal (Barcelona)
Biblioteca de poemas.
Archivo histórico de la Revista Almiar
Conticinio: La hora del silencio
No me empujéis contra las breñas,
dejadme recorrer el camino que pisar puedo.
Soy de este tierra calma y tranquila
y quiero vivir en la paz de mi alma.
Rosario ¡ven aquí!, alumbra a tu padre.
levanta de una vez el farol para que vea.
Vamos, no te hagas de rogar, criatura,
sube un poco más arriba el brazo que mis ojos,
en la distancia o en el futuro, se disparan.
Huele a matojos el sendero, y las ranas,
¡ay las ranas del demonio!, croan como locas.
Las abubillas se callan y en silencio se quedan,
asustadas por el temor natural a lo desconocido.
¡Madre mía! Ven a untarme el alma de amor,
que a borbotones me sangra la herida inexistente.
Aún ahora y siempre, echaré tus manos en falta,
aquellos dedos con los que ensortijabas mi pelo,
aquella sonrisa que de alegría inundaba tu cara.
Ayer soñé despierto y tuve tanto miedo,
miedo, sí, a quedarme para siempre en vela,
que llorando mi propia incomprensión me tendí,
cuan largo era, sobre el suelo duro de la realidad.
Llamo desesperadamente a mis hijos, ¡mis hijos!,
todos los hijos del mundo se han ido volando.
Raudos, amparados en su eterna juventud.
Me quedo tan cerca de ti, oliendo tu falda,
donde refugiaba mis frustraciones, que muchas veces,
cada vez más niño, sueño con tenerla y abrazarla.
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@ Contactar con el autor: jlmartin [at] inm.es
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