1. Añadir el berro a tus cabellos,
y los cubitos de papa que sean nuevos,
frescos.
Y dejar al fuego su insigne tarea de quemar,
de encender tus mejillas.
Después
añadir el caldo,
no importa si en él se va una lágrima de tiempo en tiempo
mientras dura el movimiento de la pala de madera.
Una vez empiece a hervir,
bajar el fuego, el mismo que se tiene en el corazón.
Tapar,
dejar cocer
por unos veinte minutos más.
2. Moler todo,
añadir sal de más dulce,
sazonar con la pimienta de cayena
e incorporar la leche,
si es posible de tu pecho
Volver a poner al fuego
hasta que suelte el hervor de miles de burbujas
como un grito.
3. Servir en tazas soperas
especiales de la China.
Se puede acompañar con cuadritos de pan
finamente tostados,
o con alguien
finamente amado.
Entrada
Como a todas las criaturas divinas,
He de comenzar devorándote
primero con los ojos.
Cóctel vigorizante
30 centilitros de jugo de tomate
20 centilitros de jugo de naranja (recién extraído)
4 gotas de salsa Tabasco
Sal de apio
1. Mezclar el jugo de tomate,
la salsa Tabasco y la sal de apio
en el cuenco de tu mano,
en pequeñas porciones (pizcas),
centilitro a centilitro.
Añadir el jugo de naranja
Y batir unos instantes
Usando el otro cuenco como tapa.
2. Servir este cóctel vigorizante
en cuatro copas de cristal muy fino
o vasos pequeños,
y añadir cubos de hielo
de aquellos que queman,
tanto como el amor.
Refrigerar unos instantes más,
poner una rodaja de naranja en el borde de cada copa
de cada vaso
de cada boca
y adornar con unas hojas de apio
antes de servir.
3. Tomar muy lentamente
de uno y de otro
hasta saber andar,
correr,
hasta respirar juntos.
Versos
para ejecutar en
pleno vuelo
Yo
que he estado en el cielo
allí he visto,
además de los inmensos algodones
otras cosas increíbles.
He visto, por ejemplo,
tenues colores a punto de borrarse,
he visto el sol en otra despedida,
almas pasar a toda prisa,
cosas insólitas.
Las veces que he ido al cielo
he visto cosas parecidas a las de la tierra,
sólo que gigantes
animales y montañas flotando a la deriva,
luces que aún nadie conoce.
También he visto oscuros demonios ya inofensivos,
bestias colosales de grandes bocas extintas.
En el cielo, ahora mismo, no hay ruidos, no existe,
no hay palabras inciertas;
qué poca falta hacen allí.
Otros que han estado,
han dejado algunas frases, pocas,
mas para acompañarse a sí mismos, para hablar consigo mismos.
Los que no han estado en el cielo
han de conformarse con muerte,
esa es su única esperanza.
Los que han visto el cielo, como yo,
saben que los ángeles allí no habitan;
están sus casas vacías,
sus huellas,
sus voces,
su ausencia.