Azorada va corriendo Aljaba, sin culpas
con las culpas a cuestas por la calle huyendo.
De ella, de todos, de los que estaban y vendrán,
de los que nunca estuvieron...
Aljaba, muchacha de muchos novios,
enamorada del amor de noche, del día pesadilla.
Corres Aljaba, corres tanto. Igual te alcanzarán.
No llegarán tus pies donde sus balas
ni tus negros cabellos alborotados donde sus manos.
¡Detente, si detenida marcha seguirás!
Aljaba va con la muerte a la espalda,
frío le llena de escarchas la piel de aceituna,
una muerte nueva acaba de brillar:
la que el cuchillo de Aljaba parió a un hombre.
El hombre que a la niña de cuatro años,
la menor que Aljaba trajo al mundo,
por mujer intentaba tomar.
Aljaba se llenó de coraje la debilidad,
—le puso armaduras, le tensó los músculos—
empuñó el filoso cuchillo y, sin dudas,
en la carne la podredumbre asesinó.
A la vecina la niña le ha dejado
en dos palabras le ha contado
en un llanto montada va escapando...
Hasta donde la alcanzan,
hasta donde el alto le pone límites
y a su carrera de triste mujer pone fin.
Es alambre Aljaba en el suelo retorcido,
es su sangre la que contiene el silencio,
Aljaba ¿tenían que matarte?, acaso,
¿no podía a tus pies tirar el soldado
y tu carrera, que ya era lenta, detener?
¡Muerto Aljaba tu tallo seco,
tu brote en manos extrañas!
El soldado dispara rápido, da en el blanco,
no tiene tiempo de esperar mucho,
no eran las armas quienes te perseguían:
el crimen, la desilusión, el ser humano,
te acosaba, te obligaba, a buscar un remanso
donde navegar los pensamientos, serena.
Pero, no frenaste, ¡ni siquiera los sentiste!,
les entregaste Aljaba tu cuerpo y tu alma,
tu alma que aún corre por calles celestes
donde el soldado sus balas no acertará.
Una barca por Pedrito
Hoy, he ido a ver a Pedro, mi amigo de mil sonrisas,
de cuerpo delgado, estropeados dientes de caramelos;
algo le aqueja los huesos, la piel, los músculos...
Algo se está quedando con Pedro, el buen Pedro,
los médicos con tanto diccionario, definición no tienen
para su mal, para curarlo, para darle tratamiento.
Que sin dolor del mundo se despida, ¡eso importa!,
a mí, que soy su amiga, no me interesa...
Que no se vaya, ruego al Dios que le deja
y por el que vive, ¡que se quede un poco más!
Señora muerte, de rodillas suplico, no lo lleve...
Le cambio por él todo su arsenal
de patas de conejo, perlas muy blancas,
sortijas de hueso, muñequeras de guijarros...
Pedro, pálidos mantos de luna al sol tejía,
perlas, arandelas, eslabones, cuentas de colores,
en sus collares estrellas y nubes soldaba.
Y su arte el de un escultor que la figura labra
en la piedra, la arcilla, el yeso;
melones de cera, sandías muy rojas,
para cuellos importantes Pedro diseñaba.
Y las señoras iban luego por la calle
con sus veranos eternos colgando en pendientes,
y Pedro en ellos reía, corazón de payaso,
el que duerme en el suelo de enero a diciembre.
Para los niños tristes una cadenita, un dije,
en las palmas de sus manos despedía...
Un amuleto Pedro, estoy haciendo,
para que la muerte de vos se aburra,
las orejas rojas le voy a poner de tanto decir:
no te lo lleves, te va a dar mucho trabajo.
Te lo cambio, muerte, ¡te verás bonita!,
con sus pendientes de pluma de ruiseñores,
tocarás las quenas que él a las cañas arranca.
Confía en mi palabra: hasta el mar
una barca llenaré y allí la dejaré...
En el cielo, hecho raíces, Pedro será siempre
este que hoy es: ternura de elefante de pulseras,
brillo de brazalete, máscara de bolsillo.
El cielo quiere artesanos para los ángeles,
seguramente Pedro fabricará modelos
que le vayan a sus alas, sus pies, sus cabellos.
Pero ¿quién le hará a Pedro tiradores de estrellas
para sujetar su pantalón sin cinto?
¿Quién le bordará de sortijas la estera de junco
que en las noches el cuerpo le sostiene?
¿Habrá para Pedro una esquina solitaria
para que encienda sus sahumerios de lavanda,
y toque la flauta, y se coloque su boina de crochet?
Muchas naranjas Pedro consume, y agua de cocos,
y toma sol, señora muerte, mucho trabajo
mi amigo le dará, déjelo un poco más,
llévese un malo, deje otro bueno.
Deje mi Pedro, caracolitos pegados,
cascabel, ojos de anillo, peineta de flores,
déjelo, mire cuántos objetos delicados,
no le vendo, le regalo por la vida de este amigo.
La barca espera en la playa
que las olas la empujen hasta donde la muerte,
agazapada, tal vez, la ofrenda acepte...
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JACQUELINE
DÁRDANO es periodista uruguaya. Agotó miles de ejemplares de
una obra autoeditada titulada El caso Elías (inscrita junto con
Secretos y Fruta dulce dentro de una trilogía titulada
Memorias). Alumna de Graziella Pittaluga (escritora uruguaya de
resonados éxitos, docente y periodista destacada), nuestra autora muestra
un gran interés por los temas indígenas. Así surgen Y los ríos hablaron,
recopilación de leyendas indígenas de toda América; Argos, el guerrero
de los dioses, que narra las aventuras de un héroe al servicio de
la justicia antes de la conquista; Laberintos de jade y obsidiana,
extenso poemario dedicado a diversas culturas precolombinas, y la colección
Las aventuras de Yagó en el Templo Mayor, cuyo primer tomo edita
Manuscritos.com y se refiere en esta entrega a la civilización azteca.
También irrumpe con una extensa novela en la ciencia ficción (Juicio
final), y en breves relatos (Palabras de viento) así como un
libro de breves relatos para chicos (Pelotas y muñecas). Completan
su obra poética La condena de María Pérez, Cantos del pueblo,
Lo que cuenta el asfalto, Con los versos a precio de mercado
y Versos sin pausa. Dedicada a los públicos infantiles la autora
está actualmente trabajando en Anaís, una colección mágica donde
se narran las existencias y pesares de los Reinos Misteriosos. Jacqueline
Dárdano ha publicado varios de sus cuentos en medios de su país y figura
como corresponsal del interior literario del Uruguay en algunos sitios
digitales. También ha ejercido ocasionalmente como parte del jurado en
algunos certámenes literarios. Participa activamente en la página Artnovela.com.ar
bajo el seudónimo de Arienne y se pueden rastrear colaboraciones suyas
en Internet.
Contactar con la autora: jacquelinedardano[at]adinet.com.uy
Ilustración poemas: 1079, fotografía por Roberto Morell Martínez
© (participante en la
III Muestra de Fotografía Almiar - 2005/2006).
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