Dania Lima

poema

De noche en las ciudades hay hombres que
lloran en sueños y luego dicen Nada.
MARTIN AMIS


Nada, sonrío lanzando un improperio,
¿sabe cómo es despertarse a mitad de la noche?:
Es el trabajo de Salomé y Yocasta.
No he sido yo quien ha inaugurado el ritual infecundo;
del vientre de ésta jamás saldrá
un susurro confeso.

La Giralda calla, desconoce el precio de una misa./
Mira en silencio el andar agitado de la escalera innominada, volviendo en cruz un silencio./
Así es el deambular de la mañana,
gris y áspero.

El andar de boca seca,
lengua recia.
Aliviada va una mujer gritando por la calle
¡No soy su familia, entiende...!,
Soy su madre, no su familia.
Y el hijo torpe, vuelto un niño viejo que camina sin observar
tiñe sus pantalones de orina y sangre.

El beodo colma de saliva un plato
mientras duerme la mona en cualquier banqueta
y el señor de zapatos lustrados se acerca regocijado
es hoy el día de cantarle a los astros.

No me digas que sí ni no. No me digas nada.
Hay hombres que callan en silencio
que lloran a gritos. Ninguno está aquí,
ninguno volverá aquí.
Este es el silencio de los muertos.

Calla, calla, la Giralda gira, el Guadalquivir se acerca,
las caras desaparecen en el rostro,
se apaciguan.
Cierran los ojos por última vez
Y un hombre se arroja arena al rostro.

No hay nada más que ver,
ni infancia es destino, ni vejez soledad.

Pero calle, calle.
No rompa el silencio, que hay en la noche
hombres llorando, diciendo nada...
nada.


* * * * *

À noite nas cidades há homens que choram
em sonhos e a seguir dizem Nada.
MARTIN AMIS



Nada, sorrio lançando um impropério
Sabes como é acordar a meio da noite?
É o trabalho de Salomé e Jocasta.
Não fui eu quem inaugurou o ritual infecundo;
do meu ventre jamais sairá
um sussurro confesso

O cata-vento cala, desconhece o preço de uma missa./
Olha em silêncio o movimento agitado da escada inominada, transformando em cruz um silêncio./
É assim o deambular da manhã,
cinzento e áspero.

O movimento da boca seca,
língua dura.
Aliviada vai uma mulher gritando pela rua
Não sou a sua família, percebe...!,
Sou a sua mãe, não a sua família.
E o filho torpe, feito um menino velho que caminha sem observar
tinge os calções de urina e sangue.

O bêbado enche de saliva um prato
enquanto dorme a embriaguez em qualquer banco
e o senhor de sapatos lustrosos aproxima-se em regozijo
É hoje o dia de cantar aos astros.

Não me digas que sim nem que não. Não me digas nada.
Há homens que calam em silêncio
que choram aos gritos. Nenhum está aqui,
nenhum voltará aqui.
Este é o silêncio dos mortos.

Cala-te, cala-te, o cata-vento gira, o Guadalquivir aproxima-se,
as caras desaparecem no rosto,
apaziguam-se
Fecham os olhos pela última vez
E um homem atira areia ao rosto.

Não há mais nada para ver,
nem infância é detino, nem velhice solidão.

Mas cale-se, cale-se
Não rompa o silêncio, há na noite
homens chorando, dizendo nada...
nada.


(traducción al portugués: Alberto Augusto Miranda)
🖼 Ilustración: Fotografía por Pedro Martínez ©


Mar de Poesías


Poemas publicados en Revista Almiar, n.º 11 (junio/agosto de 2003); selección de poemas a cargo de Antonio Alfeca. Página reeditada en julio de 2021.

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