PARADOJAS (III)

por Antonio García Francisco

Amables lectores, en el número anterior de Humor en Margen Cero confesaba yo mi intención de continuar con el tema de las paradojas y, aunque no era ese el repertorio que tenía previsto, lo hice con las acotaciones que se me hacía sobre la paradoja de los abogados e insertando la del cocodrilo, que me enviaba un amigo.

Al día de hoy tengo que decir que la bandeja de entrada de mi correo electrónico está al rojo con la llegada de paradojas a cuál más interesante. Prometo considerarlas todas y traer las mejores en números sucesivos.

Hoy quiero hacer efectiva la inatención de hace unos días: hablar de las paradojas visuales.

—¿Paradojas visuales? —dirá el amable lector.

—Sí, señor, paradojas visuales. Así, como suena. También hay quien las llama figuras imposibles.

... Y eso... ¿qué es?

Pues al igual que existen situaciones tan sumamente absurdas que parecen verdaderas, pero que una vez razonadas vemos que son imposibles, existen dibujos, figuras, que a primera vista nos parecen normales, pero que si las observamos con detenimiento vemos que no pueden existir.

¿Me pondría usted un ejemplo? Ya sabe que una imagen vale más que mil palabras.

Naturalmente. No una, sino unas cuantas. Ahí van.

La primera paradoja visual que quiero traer es la que más me gusta. Tal vez no sea la más elaborada, pero es mi preferida. Se trata de uno de los grabados que pretendo traer aquí del artista holandés M. C. Escher (1898-1972), quien descubrió la manera de representar un mundo imposible. El título de la obra es EL MIRADOR, o también EL BELVEDERE (1958), que más o menos significa lo mismo. Veámosle, es éste:


PULSA AQUÍ PARA VER LA IMAGEN

¿Verdad que es un bonito dibujo? Vemos un edificio al cual suben unos personajes para admirar el paisaje. ¿Nota algo raro el amable lector?

Vayamos por partes. Se trata de un edificio de dos plantas ¿cierto? Sí, definitivamente son dos plantas, pero... ¡Alto! ¡La planta primera está orientada en el sentido de la espalda al frente del caballero que admira el paisaje, mientras que la segunda planta lo está en el sentido en el que mira la dama de su extremo. Como si dijéramos, la primera planta va de NORTE a SUR y la segunda va de ESTE a OESTE. La vista desde cada piso es perfectamente racional, PERO SOLAMENTE SI SE LA TOMA POR SEPARADO, ya que las dos vistas no pueden coexistir en una estructura tridimensional, como Escher quiere hacer creer al espectador. Pero sigamos.

Si nos fijamos con atención, veremos otros elementos contradictorios. Así, por ejemplo, la escalera de mano por la que suben dos personajes, tiene su primer escalón dentro del mirador, pero el último está fuera del mirador, contra todo lo que la lógica nos haría esperar. ¿Lo ve ya el amable y paciente lector?

Ahora vamos a las columnas que conectan una planta con otra. ¿Se han dado cuenta de cómo se logra la perspectiva de estar una planta orientada de manera perpendicular a la otra? Las de la extrema izquierda y la extrema derecha son normales, pero las centrales conectan frente con fondo y viceversa de una manera absolutamente imposible.

Podemos decir que el mirador comprende dos dibujos distintos unidos por una perspectiva paradójica única. Para comprobarlo, basta con cubrir con una hoja en blanco la mitad superior del edificio, de manera que su borde inferior alcance a cubrir el pie derecho del hombre que está llegando al segundo piso. Se apreciará que el hombre de abajo está dentro del mirador y que las columnas no hacen conexiones imposibles. De igual manera, al cubrir la parte inferior del dibujo se verá que el hombre de la parte superior de la escalera se encuentra en el exterior del edificio. Y, cosa curiosa, aquí tampoco se observa nada raro en las columnas.

No acaban aquí las paradojas del dibujo. En el banco de la izquierda hay un personaje sentado. Un joven que tiene en sus manos un objeto imposible.

El cuboide que tiene en las manos es una deformación del llamado cubo de Necker, una figura ambigua donde la reversión de la dimensión de profundidad produce dos visiones orientadas en distintas direcciones. En el suelo tiene un plano del cubo de Necker con círculos en las intersecciones de las aristas, que complican aún más la perspectiva.


Para terminar con la explicación de estas imágenes, quiero hacer notar al prisionero de la planta baja. A mí, particularmente, no me cabe duda de que es alguien que se ha vuelto loco al darse cuenta de la arquitectura del edificio.

Tengo la intención de volver sobre este tema. Creo que merece la pena.

Saludos cordiales, y no olviden que se trata de paradojas y que las paradojas... pues eso, que no tienen solución, aunque sean visuales.

Dicen los prestidigitadores que la mano es más rápida que la vista y eso... a la vista está.





Artículo publicado en Revista Almiar, 2003. Reeditado en junio de 2021. Se ha procurado mantener el estilo de diseño de la web original.

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