(y otras reseñas literarias)
artículo por
Adán Echeverría

 

«…si por cualquier evento vuelve a pisar
las playas de esta península,
será pasado por las armas inmediatamente».
(El jefe de provincia a Lorenzo de Zavala
cuando éste arribó al puerto de Sisal, Yucatán,
el 5 de diciembre de 1829).

 

N

arraciones de treinta y un autores nacidos o, en algún momento, radicados, o quizá porque tienen en sus antepasados relación con la Península de Yucatán, han sido consideradas por el escritor Carlos Martín Briceño para formar un libro que ha denominado Sureste: Antología de cuento contemporáneo de la península. A no ser porque en la portada aparece la imagen de un mapa de 1858, en el que se aprecia la península yucateca, uno como lector no tendría muy claro a cuál de las penínsulas mexicanas hace referencia.

Carlos Martín Briceño ha demostrado ser un excelente cuentista que últimamente ha comenzado a incursionar en la novela; en su labor como antólogo nos hace un acercamiento a la obra de treinta y un autores que han demostrado constancia en la disciplina del cuento, y selecciona lo que a su parecer forma un abanico de los temas y posibilidades que desde el sureste de México se presentan al mundo de las letras mexicanas, para evidenciar que, en esa región del país, la creación narrativa se encuentra vigente y en franco crecimiento. Al menos de eso deja constancia en los comentarios iniciales del libro.

Más allá de que uno de los treinta y un autores, Ramón Iván Suárez Caamal, presenta seis textos breves, a los que algo termina por faltarles para ser considerados minificciones, sobre los otros treinta autores el antologador presenta un solo texto. Pero es notoria la falta de método para haber escogido los textos que acá se presentan, y por ello sólo queda aceptar con el compilador, en que la selección de los mismos está basada en sus gustos, ante los cuales uno puede no coincidir. Hay textos que aparecen en la antología Litoral del relámpago, imágenes y ficciones (Ediciones Zur, 2002), publicada hace más de quince años, lo cual nos permite señalar ¿por qué tomar esos cuentos?, ¿acaso los autores no tienen material nuevo? ¿En dieciséis años no han aparecido nuevos narradores, nuevos cuentistas?

En la ficha de Fausta Gantús, que se incluye en el libro, se anota que publicó dos libros, uno de cuentos en 1997 y un poemario de 1996, y como no se dice ni se cita de dónde ha sido tomado el cuento incluido (no se cita la procedencia de ninguno de los cuentos incluidos), uno se pregunta si, como en el caso de los textos tomados de Litoral del relámpago, ¿el cuento de esta autora data del año 1997?

Todos esos detalles debieron dejarse claros al realizar la antología. Así mismo vale la pena señalar que de los treinta y un autores compilados seis son no nacidos en la península, incluso dos de ellos nacieron en Cuba, pero viven en la península yucateca desde hace muchos años, y algunos como Beatriz Espejo, Hernán Lara Zavala y Héctor Aguilar Camín no han construido su carrera literaria en el Sureste de México, sino en el centro de la república. Reconociendo todo lo anterior es que nos metemos a la antología, reconociendo la idea que el antologador apunta, para «compartir la aventura sin tiempo del cuento».

De los autores incluidos son altamente recomendables tres cuentos: “Hombre al agua”, de Carlos Farfán (Ciudad de México, 1973), un texto que se lee con rapidez, y es muy conmovedor; “Legítima existencia”, de Fausta Gantús (Campeche, 1968), hermoso cuento, con una gran prosa nos narra cómo una persona puede desaparecer poco a poco de la sociedad y desde el interior mismo de una familia y “La última miseria”, del reconocido maestro Agustín Monsreal (Mérida, Yucatán, 1941), que me hizo recordar la película argentina El secreto de sus ojos (2009).

También se pueden recomendar “El disco de mis hermanos”, de Elvira Aguilar; “La noche que mataron a Pedro Pérez”, de Héctor Aguilar Camín; “Acabando la fiesta”, de Roberto Azcorra Cámara; “Tren de cuerda”, de Manuel Calero; “Los aguacates”, del cubano Raúl Ferrera-Balanquet; “En este oficio los errores salen caros”, de Eduardo Huchín Sosa; “Flores para Natasha” del también cubano Agustín Labrada Aguilera y los dos textos eróticos “Él”, de la doctora Cristina Leirana, una deliciosa reflexión femenina, así como “La avidez”, de Carolina Luna, una escena de película erótica muy bien narrada, que se agradece, pero que uno terminará por olvidar ya que es semejante a miles de historias con el mismo tema; hay que detenerse a paladear el cuento “Felis Bernandesii Panthera Onca” de Will Rodríguez que igual aparece en la antología Nuevas voces de la narrativa mexicana publicada en el año 2003.

Los demás textos antologados dejan mucho que desear: “Unidad 014” de Melba Alfaro es apenas un divertimento, entretiene y ya, leamos el chisme en el camión ¿y luego?; el texto “Las formas del apuro”, de Reyna Echeverría, al igual que “El último vuelo”, de Roger Metri, no son cuentos, ni siquiera relatos, quizá aspiren a prosa poética, mucho más el texto de Metri, al igual que ocurre con “Dormir en casa ajena” de Jorge Lara, que apenas esboza una emoción, tal cual se presenta en una prosa poética. Buenas prosas, interesantes, pero no son cuentos.

Dos textos que caen en el tremendismo: “Geometría fraternal”, de Mauro Barea, y “Coco” de Rafael Ferrer Franco. El primero a pesar de mantenerte leyendo, tiene un tono falso. Terminas no creyendo que la chica tenga ese comportamiento, hable de esa forma, se comporte como lo hace, y eso me revela apenas una idea pornográfica del autor. Y esto porque apenas es la forma en que el autor pretende que la chica se comporte; es la voz del autor detrás de la chica que presenta como personaje, casi como si lo que él quisiera que una chica le dijera. Leemos entonces una fantasía sexual. Trata de una jovencita, de la que no se dice la edad, que bien puede ser de secundaria, de prepa, pero jamás de alguna licenciatura; además de viajar en camión, espera al hermano para volver juntos a casa, y dice: «Tenía tres años menos que tú y no era fea». Y luego apunta en la descripción de la escena: «agarraste mi mochila asida a mis hombros y la jalaste al piso con toda tu fuerza (…) La falda se me corrió hacia las ingles y mostró parte de mi ropa interior. El poni Pinkie Pie asomó sonriente entre los pliegues de mi falda», lo que hace pensar que se trata de una chica de secundaria, tres años menor que el hermano, con el que vuelve a casa, y al que luego ella le dice: «Hazme lo que le haces a esas chicas. Tócame y hazme lo que les haces». Y luego añade: «me quité de un tirón la blusa de la escuela», otra vez aludiendo al uniforme de una secundariana. «El sostén de flores asomó, cubriendo unos pechos tan maduros como los de cualquiera de tus mujeres retozonas». Evidenciando un lenguaje de película porno; como ocurre con esa idea estúpida que muchos hombres tienen del sexo entre mujeres, como si ser lesbiana fuera una actitud liberal para excitar a los hombres, o pensar que toda chica de secundaria es una «lolita». Así se lee esta escena, y me imagino al autor creyendo ser erótico, y haciendo que la chica de su narración diga las cosas que él quisiera que toda mujer dijera, haciendo falso al personaje que intenta construir.

El texto “Coco” empieza interesante, y luego el autor hace hablar-pensar a su personaje, y de nuevo uno nota la candidez apuntada como tremendismo: «Dios, si nos creaste puros, ¿por qué dejas que el enemigo construya mi alma como un lego de pecados?». ¡Qué falso texto!, ¿quién habla así? «Lego de pecados», por favor. Eso denota la falta de oficio del escritor para hacer que sus personajes sean naturales; y si sólo nos enfocáramos en la historia, en la anécdota de un pastor que viola a su hija, tema ya demasiado recurrente, pero que no logra conmover, ni siquiera que uno le crea al autor ni a sus personajes. Baste leer Si te dicen que caí de Juan Marsé, Historia del ojo de Bataille, o quizá remontarnos algunos siglos para leer Meter el diablo en el infierno de Boccaccio; o si nos queremos poner menos internacionales, releer de nuevo Estío de Inés Arredondo, para poder comprender cuándo un texto erótico, cuándo una violación, cuándo una trasgresión social, cultural, sexual, puede atraparnos, y eso no se logra con el «tremendismo».

Los textos de Beatriz Espejo y Hernán Lara Zavala están metidos con calzador. El de Espejo quizá porque el cuento se llama “Progreso”, uno termina leyéndolo por pura disciplina, y se queda con el: ¡Ay qué lindo el personaje, a pesar de ser rico, se porta bien con el pueblo yucateco! Como si algo así quisieran que uno diga al leer el texto. ¡Por dios! El de Lara Zavala es aún peor, un texto que hubiese preferido jamás leer, simple, tonto, sin sentido; ¡ah!, pero que se sitúa en Francia; vaya pues, quizá esa fue la razón de que esté, o para contar a los lectores, sí, los padres de Hernán Lara nacieron en la península y por ello él está unido a esta región. ¿En serio? ¿Y la literatura tiene la culpa? ¿Y por ello tenemos que meterlo en un libro sobre cuentistas de la península?, cuando no es un escritor peninsular, cuando su texto no trata un tema de personajes peninsulares, y más aún cuando ese texto ni siquiera es un cuento, pero sí es un texto innecesario.

Con todo, uno siempre termina aprendiendo algo de cada lectura.

Leer a los autores de Sureste… confirma en mí varias cosas: me quedo con los ensayos de Beatriz Espejo, a la obra de Hernán Lara Zavala le daré alguna lectura más, por disciplina, pues lo acá publicado no habla bien de su trabajo; Héctor Aguilar Camín, Agustín Monsreal siguen siendo los excelentes cuentistas que hemos conocido desde hace años, cada cosa que les he leído me ha agradado. Qué ganas de leer más cuentos de Roberto Azcorra Cámara, de Raúl Ferrera-Balanquet, de Carolina Luna, de Cristina Leirana, de Fausta Gantús. He descubierto a Carlos Farfán, y quiero leer más de su trabajo literario. Mauro Barea tiene una excelente prosa, seguro tiene cuentos donde no se le escapa la voz a su personaje, hay que leerlo más. Y uno lamenta que en una antología de cuento contemporáneo de la península yucateca sigan sin aparecer Daniel Ferrera, Jhonny Euán, Javier Paredes Chí, Gema Cerón, Violeta Azcona, Gerardo Hoy, Patricia Garfias, María Jesús Méndez, Melbin Cervantes, narradores jóvenes con un gran talento para el cuento, que llevan lo menos cinco años picando piedra, apareciendo en revistas, en lecturas, leyendo y trabajando en construir su literatura. Esperemos que pronto, lectores, académicos, escritores, editores, comiencen a reconocerlos.

 

Martín Briceño, Carlos (antólogo). 2017. Sureste. Antología de cuento contemporáneo de la península. Editorial Ficticia y Universidad Politécnica de Quintana Roo. 255 pp.

 

El flujo sensorial de los cuentos de Inés Arredondo

 

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ieciséis textos forman la nueva selección de Inés Arredondo que ha sido realizada por Geney Beltrán Félix (Culiacán, Sinaloa, 1976) para la Editorial Océano, y que ha sido publicada bajo el nombre de Estío y otros cuentos; en febrero de 2017. En él confluyen sus tres obras: La señal (de 1965) de la que se incluyen seis textos; Río subterráneo (de 1979), del que se toman siete y de Los espejos (1988) se incluyen tres narraciones.

Un libro breve, pero contundente, que necesita ser leído por todos aquellos que aspiren a desarrollarse en el arte del cuento. Para todos esos creadores que tienen el objetivo de ficcionar anécdotas, construir personajes, la obra de Inés Arredondo es visita obligatoria.

Recientemente, como parte de mi continuo revisar cuentos, me han llegado antologías, y en algunas con pena pude volver a palpar ese tremendismo literario, que ocurre cuando algunos autores intentan narrar desde el erotismo, o desde lo pornográfico, pretendiendo asustar a las buenas conciencias lectoras. A todos aquellos que en sus cuentos hablan del incesto, la pederastia de personajes religiosos, la obra de Arredondo debería ser modelo para saber decir las cosas, y hacerlas creíbles.

Tienen que leer con mucha calma, y reconocer ¿cuáles son las fórmulas que la autora utiliza para la creación de sus historias, para el tejido de sus tramas, para la construcción de sus personajes?

Ya desde el primer cuento “Estío”, nos situamos ante la sorpresa que rompe el cliché del clásico encuentro entre la mujer adulta y el amigo de su hijo. Porque la mujer va desarrollando su necesidad párrafo a párrafo, y hace del acto de comer un mango, la pequeña felación: «Cogí uno y lo pelé con los dientes, luego lo mordí con toda la boca, hasta el hueso; arranqué un trozo grande, que apenas me cabía, y sentí la pulpa aplastarse y al jugo correr por mi garganta, por las comisuras de la boca, por mi barbilla, después por entre los dedos y a lo largo de los antebrazos».

Podemos sentir en carne propia la desesperación de las acciones del personaje de “La Sunamita”, que se va dejando arrastrar por las voces que la rodean para contraer matrimonio con el tío moribundo que la había ayudado económicamente durante su infancia y juventud: «Resultó inútil. Tres días después me avisaron que mi marido se estaba muriendo y me llamaba».

Inés es una autora capaz de tomar distancia de sus personajes, y por eso los muestra tan reales dentro de la ficción; por eso podemos sufrir con ellos sin la necesidad de juzgar sus acciones y sin tomar partido. Lo cual evidencia la falta de moral, y de moraleja social dentro de los textos, algo que los escritores noveles deben aprender.

Un hombre se deja besar los pies por un fanático religioso, una mujer se entrega por última vez al amor de su vida a quien ha decidido abandonar, una pareja que conoce el amor desde la infancia lo ve diluirse por las decisiones de la sociedad, un trío amoroso se disuelve entre la soledad, el burdel y las pequeñas venganzas del abandono, un hombre descalifica a una muchacha mientras construye una fantasía machista para castigarla, la violencia doméstica sobre la mujer que ha construido una prisión de amor de la que no logra escapar: «Nos fueron concedidos muchos años de felicidad ardiente y honorable. Por eso creo, ahora mismo que estamos dentro de una gran ola de misericordia». O el choque de la cultura oriental en un pedazo del México de nuestros abuelos, en el que la xenofobia no deja de herir hasta la muerte. Así como el pequeño dejo de tristeza que se diluye en la mirada de un desconocido con quien el personaje topa en un vagón del metro.

O el cambio de tono que se aprecia en la joya que es el texto “Orfandad”, en el que leemos a una niña no darse cuenta de la pérdida que va enfrentando, y lo social se vuelve físico desde el dolor de la amputación hasta del nombre. Arredondo es brutal al referirnos ese desapego social que sobre la infancia, sobre las niñas, sobre lo roto, lo feo, se deja percibir en la sociedad mexicana tan religiosa y moralina.

Entrar al libro de Inés Arredondo es caminar en un museo sensorial, del que no puedes salir sin ser herido físicamente en alguna parte de la mente y la memoria. Y eso es la lectura quedarte con las historias.

 

Arredondo, Inés. 2017. Estío y otros cuentos. Selección y prólogo de Geney Beltrán Félix. Hotel de las Letras. Editorial Océano. 185 pp.

 

Piense bajo su propio riesgo

 

Si no le cuentas a nadie lo extraordinario,
todo el mundo supone que es normal.
Elif Shafak

 

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esde el prólogo el escritor minificcionista, y director de la colección Ficción Express, Fernando Sánchez Clelo, anota el objetivo de la siguiente reunión de textos: «127 autores de al menos siete países de habla hispana se reúnen para combinar la ficción literaria con las estructuras de aquellos documentos que exponen datos veraces», y los denomina «minificción expositiva», que divide de acuerdo a las cinco modalidades discursivas analizadas por Helena Calsamiglia y Amparo Tusón: 1) modalidad narrativa, 2) descriptiva, 3) explicativa, 4) argumentativa y 5) de diálogo. Pero más allá del didactismo en que el compilador pretende dar cierto academicismo al objeto creativo, el libro en sí mismo permite el disfrute del golpe de la imagen textual sobre la emoción. La carga emotiva como un disparo en el intelecto que hace sentir, pensar, reflexionar, y anidar en la memoria cada uno de los textos que más se acerquen a nuestras búsquedas lectoras. Usted, querido lector, podrá adquirir los propios intereses emotivos que el placer de su lectura vaya buscando en la obra, y seguro estoy de que varias de las ciento veintisiete brevedades literarias acá reunidas serán de su agrado. Hablaré ahora de las que a mí me motivaron este texto.

De los textos me quedo con veintitrés: Entrevista de Adriana Azucena Rodríguez, cuya narración evidencia la procrastinación, al querer disfrazar de ocupación creativa el perder el tiempo en las redes sociales; Carta a mi cáncer de Alejandro Gómez, muestra de la brutal aceptación para enfrentar una enfermedad terminal; Call center de Andrés Mercado, reflexión del daño ecológico como el virus humano que somos; Crónica de una defunción inevitable de Beatriz Graf, la pasión que termina destruyendo a la pareja; Definiciones infinitas de César Xilaca, juego de palabras para mostrar la terquedad cultista de algunos diccionarios; La otra Eva de Cristina Leirana, una postura sobre las relaciones de pareja, la fragilidad contemporánea hacia el compromiso, y la decisión banal para buscar únicamente el placer sin la necesidad de ser confrontado; Mami no va a dejar que te pase nada de Daniel Frini, un magnífico y brutal texto que marca el deterioro neocristiano de la abnegación de la madre, y la enfermiza relación con los hijos varones, un texto visceral cargado de sorpresa y emoción; Instrucciones para vivir en Culiacán de Dina Grijalva, el trágico retrato de una ciudad mexicana que duele más por la impotencia de encontrar una solución que por las muertes que se hacen cada día más costumbre, el reflejo claro de lo que puede volverse cada ciudad de México gracias a la inoperancia de los gobiernos.

Circo, de Florentino Solano, nos habla del morbo de la sociedad; El canibalito de Jaqueline Gutiérrez retrata la crueldad de los infantes, y con ello los problemas morales y de valores en el que los pequeños crecen en las sociedades; Inundación de Joaquín Valls Arnau, el dolor por la pérdida de una biblioteca, y el poco apoyo gubernamental a la protección de los acervos que evidencia la pobreza de los gobernantes respecto la cultura y educación; Sección de anuncios de Karla Baraja, terminar una relación de pareja no es el fin sino el inicio, parece referir el texto como una resistencia al machismo imperante que busca detener las aspiraciones de una esposa engañada o abandonada; Ser investigador a pesar de vivir en México de Lauro Zavala, una clara muestra del ridículo esquema desde el cual el gobierno académico busca sustraer el valor creativo y la ciencia en favor del aparato burocrático que tanto lesiona el desarrollo de los investigadores en México, ¡habrá que seguir resistiendo!; Falta de tiempo de Marcial Trujillo Macías muestra las muchas posibilidades que tiene una sola narración, y la necesidad de exploración de cada verdad que surge luego de toda lectura; Clasificados de María de Lourdes Carbajal, un ingenioso texto que define la pérdida y la ausencia de alguien o de algo dentro del proceso mental del que la sufre; Pequeña guía para conservar la buena suerte de Martín Gardella que pone en entredicho la tradición, la cultura, los dichos de los mayores, y resiste ante tanta negatividad.

Infancia de Paola Tena, sigo saboreando este texto, esta receta en la que queda toda nuestra memoria infantil, y me hace pensar en aquel Mapa de la Mente de un niño, «que no es solo confusa sino que no para de dar vueltas» que retratara J.M. Barrie en Peter Pan; Advertencia de Patricia Bañuelos, una crítica a las modas alimentarias de hoy, muchas veces cargadas de fanatismo como si de una religión se tratase; Se busca de Paolo Verdín, la tragedia de ingresar al oscuro mundo de los adultos, el trabajo y las oficinas; Receta argentina para escribir un cuento a la Borges de Rafael Fernández Flores, una poética para la narración y el cultismo, una crítica a la concepción que muchos lectores pueden tener del gran escritor argentino, en comparación con la soberbia nunca bien resuelta del artista en ciernes; Musa de Roberto Abad, un juego imaginativo que señala el pobre «disfrazarse de escritor» que necesita de falsa inspiración de una pareja, en especial de una mujer, para la construcción de la obra; en el texto se perfila un poco el acto de cosificar a la mujer al grado incluso de ponerla a la venta cuando ya no cumple con las expectativas de inspiración para las que se tenía, un texto muy crítico, hasta doloroso de esa visión que algunos escritores practican; Se busca proveedor de servicios funerarios de Sergio Reyes Hermida, un texto sobre la soledad y el abandono; Urge de Susana López Malo, la realidad clara de la gran mayoría de los profesores de educación primaria y secundaria de México, un texto que logra ser al mismo tiempo un homenaje a todos esas personas que dedican toda su vida, su entrega, su voluntad a la educación de los menores. Un texto que se agradece.

¿Qué tienen en común estos textos que me han gustado? La ironía, el humor negro, la realidad de la violencia, la resistencia del artista frente a una sociedad que lastima, duele, intenta devorarnos. Los textos que atraparon mis ojos y golpearon mi emoción tienen como finalidad el compartir con el lector aquel desencanto social que cada día permea en las sociedades humanas, además de las múltiples posibilidades del cómo decir, y el cómo contar sobre los que los autores trabajan. Y siempre agradeceré a aquel creador que se va dando tiempo para observar el mundo que le rodea, la sociedad en la que se encuentra inmerso, y que lanza un grito irrisorio para llamar la atención de aquel que lo lee para evidenciar ese tufo de vida descompuesta a cuyo olor, mediante los medios de comunicación, creemos que debemos acostumbrarnos. Autores que son capaces de herir y ser heridos por las letras, se hermanan por ser sensibles a la vida y a los habitantes tan disímiles con los que cohabitan, y en ocasiones hasta colaboran. Su reacción literaria no deja de sentirse como un acto de rebeldía. Porque todo acto creativo es un rebelarse a lo establecido, mediante el talento, las capacidades, disciplina, el esfuerzo y el oficio.

 

Sánchez Clelo, Fernando. (Antólogo) Cortocircuito. Fusiones en la minificción. 2017. Ficción Express. Dirección de Fomento Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 176 pp.

 

Los palabrarios pensantes

 

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el 24 al 26 de mayo se celebró una vez más el Encuentro de Escritores Mares de Tinta, en la ciudad y puerto de Ensenada, Baja California. Cercano a esta fecha, la poeta Flora Calderón me entregó el libro Efraínimos, villaurrutios y otras estampidas de la escritora Beatriz Aldaco (Ensenada, B.C., 1962), y me invitó a leerlo para perpetrar un texto para su presentación. Nada pudo darme más gusto.

Desde que tuve el libro ante mis ojos, y comencé su revisión, pude darme cuenta de que se trata de un libro que me será muy útil para las sesiones de Taller de Apreciación Literaria con mi alumnado, un libro que uno no terminará de agradecer en mucho tiempo. Y esto porque reúne muchas cosas positivas: es a la vez homenaje a dos grandes poetas mexicanos Efraín Huerta (1914-1982) y Xavier Villaurrutia (1903-1950), a la maleabilidad de las palabras y sus muchísimas posibilidades de significar, a la tradición poética mexicana revelada en el pilar poético que es Muerte sin fin, de José Gorostiza (1901-1973), al vocabulario del mexicano hispanohablante, a la cultura de nuestro pueblo formada de tradición oral, pueblos originarios, política, sociología, relaciones interpersonales. Todo eso y mucho más, dentro de este pequeño universo de 125 páginas llenas de brillo, ingenio, sarcasmo, intelectualidad.

Es conocida la propiedad conmutativa de la multiplicación que dice: «El orden de los factores no altera el producto»; ante este conocimiento, tenemos que agregar que en la Literatura, como lenguaje que es, esta máxima no tiene por qué cumplirse, e incluso, el escritor, como creador artístico, debe reconocer las múltiples posibilidades que entrega el cambio en el orden de los factores que terminan siendo cada una de las palabras que conforman un enunciado, frase, oración.

Ya lo decía el excelente poeta Jorge Lara: «En la construcción de todo verso, de cada poema, uno tiene siempre que preguntarse, luego de escribirlo: ¿es lo mejor que lo puedo decir?»; y desde esta pregunta que sobrevuela la hoja blanca, mirar las múltiples variaciones que ocurren con el significado a la hora de hacer pequeños cambios en la conformación de un enunciado, un verso, una oración, porque apenas con un cambio de letra, todo puede ser diferente.

Beatriz Aldaco lo sabe, se ha dado cuenta, y retrata en este libro, esa posibilidad. Tal vez recreando aquel hermoso fragmento de Villaurrutia que dice:

Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja.

Consciente de ese juego que el poeta deja para la eternidad, Beatriz Aldaco nos entrega sus muchas posibilidades en este libro que ha dividido en tres fragmentos: I. Ex sesos políticos, II. Del oído nace el amor y III. Muerde sin fin.

Los dichos del pueblo, los versos de los poetas, ideas de muchos otros escritores, pasan por el rasero de la experiencia, cultura, capacidad intelectual, de la autora quien todo lo cambia de sitio, con apenas unos cuantos giros, aplicando pequeñas vueltas de tuerca a los enunciados para obtener algo totalmente diferente: «Hay gente a la que no le ha hecho justicia la evolución». Sirva este ejemplo como pequeño ejercicio del pensamiento. La autora apenas ha cambiado «Revolución» por «Evolución», y el significado se vuelve una gran crítica a la sociedad.

El texto original podría ser: «Te ha hecho justicia la revolución», y esto tiene una implicación respecto de que un gran movimiento social acaba por cumplir aquello que había desatado su lucha: Tierra para los campesinos, salud, educación, mejoras económicas para el pueblo. Por lo cual el dicho, cuando a uno le va mal es: «No me ha hecho justicia la revolución».

Beatriz Aldaco cambia apenas una palabra, y desata una idea: Hay personas que no han evolucionado. Si la idea evolutiva del hombre ha sido pasar de mono-varias especies de homínidos, hasta el Homo sapiens, pensar que a algunas personas «no les ha hecho justicia la evolución», implica que siguen portándose como neandertales. Y eso es apenas una forma de encararse con el postulado que la autora expone.

Otro ejemplo puede ser: «El yerro es el mejor amigo del hombre»; cambiar “p” por “y”, y reconocer la verdad de lo escrito: el hombre comete siempre errores, es parte de su naturaleza equivocarse.

Los invito a regalarse muchas carcajadas con este maravilloso libro, que les dejará pensando. Yo agradezco la posibilidad de haber tenido la oportunidad de leerlo.

 

Aldaco, Beatriz. 2017. Efraínimos, villaurrutios y otras estampidas. Aldamar Ediciones. Ensenada, Baja California. 125 pp.

 


 

ADÁN ECHEVERRÍA GARCÍA. Mérida, Yucatán (1975).
Integrante del Centro Yucateco de Escritores, A.C. Realiza el Doctorado en Ciencias Marinas en el Cinvestav del Instituto Politécnico Nacional – Unidad Mérida con una beca del Conacyt. Biólogo con Maestría en Producción Animal Tropical por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Ha cursado además el Diplomado en Periodismo, Protocolo y Literatura (ICY, CONACULTA-INBA y Editorial Santillana, 2005). Por su obra literaria ha sido considerado en el Diccionario Biobibliográfico de Escritores de México que realiza la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Ha publicado los poemarios El ropero del suicida (Editorial Dante, 2002), Delirios de hombre ave (Ediciones de la UADY, 2004), Xenankó (Ediciones Zur-PACMYC, 2005), La sonrisa del insecto (Tintanueva ediciones, 2008), y Tremévolo (Ed. Praxis – Ayuntamiento de Mérida, 2009); así como el libro de cuentos Fuga de memorias (Ayuntamiento de Mérida, 2006). Compiló junto con Ivi May el libro Nuevas voces en el laberinto: Novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975 (ICY, 2007), y con Armando Pacheco la compilación electrónica en Disco Compacto Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Autores nacidos en el período 1960-1989 (Ediciones Zur y Catarsis Literaria El Drenaje, 2008). Es Premio Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos, convocado por la UADY (2007). Ganador del X Premio Nacional de Poesía Tintanueva 2008 (convocado en 2007). Premio Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Mención de honor en el Premio Nacional de Cuento José Amaro Gamboa, convocado por la UADY (2004); Mención de honor en el Premio Estatal de Poesía José Díaz Bolio (2004) y Mención de honor en el Concurso Nacional de Cuento Carmen Báez (2005), de Morelia, Michoacán.

 

Leer otros textos de este autor (en Almiar):
Nuestras revoluciones internas | Mirar desde Clarice Lispector
| Recuerdo por Nicanor Parra | Pequeña historia de la danza en Yucatán | Trastorno bipolar | Todos somos forasteros

  Contactar con el autor: adanizante [at] yahoo.com.mx

🖼 Ilustración artículo: Collage realizado a partir de detalles de las portadas de los libros reseñados en este artículo.

 

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Revista Almiar · n.º 99 / julio-agosto de 2018 · PmmC · MARGEN CERO

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