poemas por
Jaime González Arguedas

 

Acuarela de otoño

 

En otoño,

mientras todas las gramolas se oxidan,

los árboles del parque de Humboldthain,

tiritando de miedo,

de excitación,

deciden adueñarse de las calles

y cuentan hormigas perdidas

y agitan sus sonajeros de seda.

Proponen

a cada individuo que pasa

frágiles mares de estaño,

susurros de calma

de hojas que se hacen las muertas.

En otoño los árboles se vuelven locos

y dibujan sobre el viento

ritmos que desconocen,

olas que rompen contra la arena.

Rechazan al unísono los protocolos

y ensayan rebeliones de cobre

y pan tostado,

de mazapán y oro,

verdes que ya se pierden

por caminos iluminados de rojo.

Y luego dejan

que un sol cada vez más desganado

los vaya desvistiendo,

paso a paso,

en silencio, con cuidado,

para escándalo público de todo el vecindario.

En otoño

los árboles de Humboldthain olvidan

sus obligaciones de buenos ciudadanos

(los índices de producción de oxígeno,

los deberes paisajísticos varios)

y se reúnen para contarse secretos,

culminando todo en un frenesí sexual

de abrazos, empellones,

besos robados,

que acaba obligando a la autoridad municipal

a tomar, por fin, cartas en el asunto

y reclutar con urgencia una legión de barrenderos

que recoja tanta serpentina,

tanto confeti

que quedó en la calle

y a clausurar de una vez la fiesta,

por lo menos,

hasta el año que viene.

 

Acuarela de verano

 

Notas para el cuaderno de campo:

martes doce de julio,

dos horas y treinta y siete minutos,

en un bar de la Oranienstrasse.

Entre vapores de frenesí

mariposas de neón se apareaban en el aire.

Había ceniceros llenos

de preocupaciones,

mecheros que delineaban

perfiles en sepia.

Una niebla de azúcar se deshacía entre los dedos

mientras en la pista de baile

inquietos nidos de golondrinas,

esquirlas informes del trance,

se abandonaban a remolinos

de metales en estado líquido.

Había labios febriles en busca de remordimientos,

esquinas donde se reunían las sonrisas

a esperar que pasaran los sueños.

Vasos semillenos acodados en la barra

contemplaban absortos

cómo a golpe de cadera

una silueta de mujer

apartaba, una a una, las tinieblas.

Fuera, en el ropero,

colgaban ya como trapos usados

estantes enteros de Fenomenología y Existencialismo.

Me di cuenta entonces

de que todos los libros del mundo ardían en ese momento.

Pensé

dispersas hormigas negras en el papel,

esculturas de luz,

alfileres para mariposas.

Pensé,

«volverán, por cierto, aquellas otras golondrinas.

Volverán, sin duda,

a por nosotros,

pero esto no se lo podrán llevar.

No les cabrá en la maleta».

 

párrafo poemas Acuarelas

Jaime González Arguedas. (Madrid, 1977). Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Desde hace más de 17 años vive en Berlín, donde trabaja como redactor de informativos en el canal de televisión alemán DW Latinoamérica. Anteriormente dio clases de español en la Universidad Técnica de Berlín y ejerció de editor y corrector para diferentes editoriales como Cornelsen Verlag y Raabe. Como autor ha colaborado en la revista de Historia Antigua Gerión y ha participado en la elaboración de cerca de una decena de libros para el aprendizaje del español como lengua extranjera. Además ha publicado 6 novelas policiales bajo el sello de Lextra.
Los poemas aquí publicados pertenecen al libro Mitología de las aceras.
Contactar con el autor: jaime.gonzalez-arguedas [ at ] dw [dot] com

 

📷 Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

Mar de poesías Jaime González Arguedas

Revista Almiarn.º 92 / mayo-junio de 2017MARGEN CERO™ 

 

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